La lección de Lola en Villa Feliz



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una niña llamada Lola. Lola era una niña muy inquieta y traviesa, le encantaba jugar con sus amigos pero a veces se pasaba de la raya.

Un día, mientras jugaban al escondite, Lola decidió esconderse detrás de un árbol y cuando su amiga Martina pasó corriendo cerca, extendió su pie haciéndola tropezar. Martina cayó al suelo y se lastimó la rodilla.

"¡Ay! ¿Qué fue eso?" exclamó Martina con dolor. Lola se quedó callada, fingiendo sorpresa y preocupación. "¡Martina! ¡¿Estás bien? ! Yo no hice nada, ¡te juro!" dijo Lola tratando de ocultar una sonrisa.

Martina miró a Lola con desconfianza pero como no tenía pruebas, decidió dejarlo pasar aunque sintió que algo no estaba bien. Los días pasaron y cada vez que jugaban juntas, cosas extrañas ocurrían: los juguetes desaparecían misteriosamente, las meriendas se arruinaban o alguien tropezaba sin razón aparente.

Siempre que algo sucedía, Lola estaba cerca. Un día, durante un picnic en el parque, todos los niños notaron que sus meriendas habían sido robadas.

Todos comenzaron a acusarse entre sí hasta que finalmente señalaron a Lola como la culpable debido a sus antecedentes —"sospechosos" . Lola comenzó a llorar y gritar: "¡No es verdad! ¡Yo no fui! Ustedes siempre me culpan por todo!"Pero esta vez los demás niños estaban decididos a descubrir la verdad.

Decidieron tenderle una trampa a Lola para ver si realmente era ella la causante de todos los problemas. Así que idearon un plan: simularon dejar dulces tentadores sobre una mesa y se escondieron para observar qué sucedía.

No pasó mucho tiempo antes de que vieran a Lola acercarse sigilosamente hacia la mesa y tomar uno de los dulces sin permiso. "¡Ahá! ¡Te agarramos!" gritaron los niños saliendo de su escondite.

Lola quedó atónita al ser descubierta en pleno acto y no supo qué decir para defenderse esta vez. Los niños le explicaron cómo habían estado observándola durante todos esos días y cómo habían visto todas las travesuras que había hecho sin razón aparente.

Lola finalmente admitió lo mal que se había portado y pidió disculpas sinceramente por haber mentido antes. Los demás niños aceptaron sus disculpas pero también le recordaron lo importante que era ser honestos y respetuosos con los demás.

Desde ese día en adelante, Lola aprendió la lección de que mentir y hacer daño solo traía consecuencias negativas tanto para ella como para los demás. Se convirtió en una mejor amiga y todos pudieron disfrutar nuevamente de juegos divertidos sin temor a trampas o engaños.

FIN.

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