La lección de Lola, la tortuga amable


Había una vez en el bosque de Pinamar una tortuga muy traviesa llamada Lola. A diferencia de las demás tortugas, a Lola le encantaba jugar bromas y hacer travesuras a los demás animales del bosque.

Un día, mientras la liebre Corina se preparaba para correr su carrera diaria, Lola decidió esconderle sus zapatillas. Cuando Corina no pudo encontrarlas, empezó a preocuparse porque si no corría todos los días, se sentía mal.

"¡Lola! ¿Has visto mis zapatillas? Las necesito para correr mi carrera", preguntó Corina con voz angustiada. "Lo siento, Corina. No las he visto por ningún lado", respondió Lola con una sonrisa traviesa en su rostro.

Corina se sintió frustrada y triste por perder sus zapatillas, pero decidió que no dejaría que eso arruinara su rutina diaria. Así que salió a correr descalza por el bosque, aunque le costaba un poco más sin sus zapatillas.

Mientras tanto, Lola se sentía un poco culpable por haber jugado esa broma pesada a Corina. Decidió buscar las zapatillas y devolvérselas antes de que la liebre regresara de su carrera.

Después de un rato buscando, finalmente encontró las zapatillas detrás de un árbol y corrió hacia donde estaba Corina. "¡Corina! ¡Aquí están tus zapatillas! Lo siento mucho por haberte jugado esa broma", dijo Lola mostrando las zapatillas a la liebre. Corina miró a Lola con sorpresa y luego sonrió al ver que le devolvía sus zapatillas.

Aunque al principio estaba molesta, apreció el gesto de disculpa de la tortuga traviesa. "Gracias, Lola. Aprecio que hayas rectificado tu error. Prometo no volver a esconder tus cosas nunca más", dijo Corina con amabilidad.

Desde ese día en adelante, Lola aprendió que jugar bromas pesadas no era la mejor manera de divertirse y decidió usar su ingenio para hacer reír a los demás sin lastimarlos.

Se convirtió en la tortuga más querida del bosque gracias a su bondad y sentido del humor. Y así, entre risas y juegos amigables, todos los animales del bosque vivieron felices sabiendo que podían contar con Lola para alegrarles el día sin preocuparse por travesuras malintencionadas.

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