La Lección de los Hermanos Menores
En un reino lejano, los Hermanos Menores eran considerados los líderes supremos. Vivían en un imponente castillo donde desde pequeños, les enseñaban que debían ser los mejores en todo. Pero había un detalle triste: les enseñaron a despreciar a los L, un grupo de personas que vivían fuera del castillo, que eran amables, trabajaban la tierra y compartían sus recursos con alegría.
Un día, dos de los hermanos, Lucho y Tina, decidieron explorar más allá de los muros del castillo. Con paso decidido, cruzaron el puente que los separaba de la aldea de los L.
"¿Ves? No hay nada aquí, solo técnicas de supervivencia, nada valioso", dijo Lucho, riendo.
Tina asintió, pero su curiosidad se despertó. Justo entonces, vieron a un niño de los L, llamado Mateo, jugando con un grupo de amigos.
"¿Por qué no se ven tristes?", preguntó Tina, sorprendida.
Lucho se encogió de hombros. Pero antes de que pudieran alejarse, Mateo los vio.
"¡Hola! ¿Quieren jugar?", llamó Mateo, sonriendo.
Lucho y Tina se miraron, sorprendidos por la invitación. Nunca habían interactuado con un L. Al principio, Lucho frunció el ceño, pero Tina dio un paso adelante.
"Tal vez un rato no haga daño".
Así, Lucho y Tina se unieron a los juegos: corrieron, saltaron y rieron como nunca antes. Pronto se dieron cuenta de que los L no sólo eran divertidos, sino también ingeniosos, inventando juegos que fomentaban la cooperación y la amistad.
"¿Cómo es que nunca nos enseñaron esto?", preguntó Lucho, mientras jugaba a una especie de carrera de relevos.
"Porque creen que ser líder significa estar solo y ser despiadado", explicó Mateo. "Pero un verdadero líder une a su gente".
Días pasaron y los hermanos visitaron a los L cada vez más. Aprendieron a sembrar, a recolectar y, lo más importante, a compartir. Pero no todo fue fácil: Lucho a veces dudaba de lo que sentía, arrastrando la enseñanza de ser superior y dominante, mientras que Tina empezaba a abrazar la idea de la unidad.
Un día, el reino se enfrentó a una gran sequía. Los Hermanos Menores, preocupados por su imagen, decidieron ocultar la crisis y seguir disfrutando de sus lujos. Pero Tina se dio cuenta de que los L tenían suficiente comida y recursos para ayudar a todos.
"Lucho, tenemos que hacer algo. Esta es nuestra oportunidad para unir a los pueblos, no a separarlos".
Lucho se resistía, temía perder su estatus. Sin embargo, en su interior, comenzó a sentir que lo importante no eran los privilegios, sino la felicidad de su gente. Finalmente, se dio cuenta de que la verdadera grandeza estaba en compartir y ser generosos.
"Está bien, ¡hagámoslo!". Lucho estaba decidido.
Los hermanos con Mateo como guía, organizaron una gran celebración, donde los L compartieron su comida con todos los habitantes del reino. Había música, juegos y alegría. Todos se unieron, sintiendo por primera vez lo que significaba ser parte de una comunidad.
"¡Esto es lo que realmente importa!", gritó Lucho emocionado.
Desde ese día, las enseñanzas en el castillo cambiaron. Ahora, los Hermanos Menores aprendían sobre la empatía, la colaboración y la importancia de valorar a todos, sin importar su origen. Todos juntos, sin distinciones, transformaron el reino en un lugar donde la alegría y la unidad eran su mayor riqueza.
Lucho y Tina aprendieron que ser líder significa rodearse de amigos y construir juntos, y que, al final del día, la verdadera fortaleza es compartir el amor y la esperanza. Así, la antigua rivalidad entre los Hermanos Menores y los L se convirtió en un gran lazo de amistad, creando un futuro brillante para todos.
Y así, el reino floreció, reflejando los colores de un mundo donde el amor y la unión eran los verdaderos tesoros.
FIN.