La lección de los hijos del agua



Había una vez en la tierra de los dioses aztecas, un lugar mágico y lleno de colores donde habitaba Tlaloc, el dios de la lluvia y del agua.

Tlaloc vivía en una gran cueva rodeada de cascadas y flores brillantes junto a su esposa, Chalchiuhtlicue, la diosa de los lagos y ríos, y sus dos hijos traviesos, Atl y Nahuatl.

Un día soleado, mientras Tlaloc estaba ocupado regando las plantas del jardín celestial, Atl y Nahuatl decidieron salir a explorar más allá de las fronteras de su hogar. Sin decirle a sus padres adónde iban, se aventuraron por caminos desconocidos hasta llegar a un bosque profundo donde descubrieron una cueva llena de cristales brillantes.

- ¡Mira hermano! ¡Qué bonitos son estos cristales! - exclamó Atl emocionado. - Sí, pero creo que no deberíamos estar aquí sin permiso. ¿Y si papá se enoja? - respondió Nahuatl preocupado.

Pero antes de que pudieran decidir qué hacer, un estruendo resonó por todo el bosque. Una tormenta se acercaba rápidamente y ellos estaban perdidos en medio del bosque oscuro. Mientras tanto, Tlaloc había notado la ausencia de sus hijos y junto a Chalchiuhtlicue salieron en su búsqueda.

Con ayuda del viento y las gotas de lluvia como guías lograron encontrar a los pequeños dioses asustados dentro de la cueva resguardándose de la tormenta.

- ¡Hijos míos! ¿Están bien? ¡Gracias al cielo los encontramos! - exclamó Tlaloc abrazando a Atl y Nahuatl. - Perdónanos papá, no debimos desobedecer tus reglas. Aprendimos nuestra lección - dijo Atl arrepentido. - Así es mis queridos hijos. Siempre es mejor pedir permiso antes de aventurarse en lugares peligrosos.

Pero lo más importante es que están sanos y salvos - les recordó Chalchiuhtlicue con amor. Desde ese día, Atl y Nahuatl comprendieron la importancia del cuidado familiar y nunca más volvieron a alejarse sin permiso.

Agradecidos por tener unos padres tan amorosos que velaban por su seguridad, prometieron siempre escuchar sus consejos sabios. Y así continuaron viviendo felices en su hogar celestial entre cascadas brillantes y flores radiantes bajo el cuidado amoroso de Tlaloc dios del agua y su familia ejemplar.

FIN.

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