La lección de Lulu


Había una vez, en un hermoso jardín lleno de coloridas flores, una mariposa llamada Lulu. Lulu era conocida por ser la más amigable de todas las mariposas.

Siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás insectos y compartir el néctar de las flores que encontraba. Un día soleado, mientras revoloteaba entre las margaritas y los girasoles, Lulu se encontró con una abeja llamada Berta.

Berta era conocida en el jardín por ser muy egoísta y nunca compartir el néctar de las flores con los demás insectos. "¡Hola, Berta! ¿Cómo estás hoy?", saludó Lulu con su característica alegría. Berta frunció el ceño y respondió: "No estoy para charlas, solo estoy ocupada recolectando néctar para mí misma.

"Lulu se sintió triste al ver la actitud egoísta de Berta, pero decidió seguir su camino y buscar otras flores donde poder alimentarse. Sin embargo, se dio cuenta de que todos los insectos del jardín parecían comportarse igual que Berta.

Nadie quería compartir las flores. Con el corazón entristecido, Lulu decidió hablar con sus amigos más cercanos: Lucas la mariquita y Lola la polilla.

Les contó lo que estaba sucediendo en el jardín y cómo le dolía ver a los insectos tan egoístas. "Tenemos que hacer algo al respecto", dijo Lucas con determinación. Los tres amigos idearon un plan para enseñar a los demás insectos la importancia de compartir y trabajar juntos.

Decidieron invitar a todos los habitantes del jardín a una reunión en la flor más grande y hermosa del lugar. Cuando llegó el día de la reunión, todos los insectos estaban presentes: hormigas, saltamontes, arañas y hasta algunas avispas curiosas.

Lulu tomó la palabra:"Amigos insectos, hemos notado que últimamente nos hemos vuelto muy egoístas al no querer compartir las flores del jardín. Pero hoy quiero demostrarles que si trabajamos juntos podemos disfrutar de todo lo bello que nos rodea.

"Lola voló hacia una flor cercana y regresó llevando consigo un poco de néctar para ofrecer a sus compañeros. Uno por uno, cada insecto fue siguiendo su ejemplo hasta que finalmente todos estaban compartiendo el dulce néctar entre ellos.

Los insectos comenzaron a darse cuenta de lo mucho más felices que eran cuando compartían con los demás. La risa volvió al jardín y la amistad empezó a crecer entre todos ellos.

Desde ese día en adelante, nunca más hubo egoísmo en el hermoso jardín gracias a la valentía y amabilidad de Lulu y sus amigos. Aprendieron que cuando se comparte hay suficiente para todos y que es mejor disfrutar juntos de las cosas buenas de la vida.

Y así fue como Lulu enseñó una importante lección al resto de los insectos: la verdadera felicidad se encuentra en dar sin esperar nada a cambio.

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