La lección de mamá Ana


Había una vez en un lejano pueblo, una mamá muy especial llamada Ana. Era conocida por todos en el lugar por su bondad y paciencia inagotables.

Siempre tenía una sonrisa para regalar y un abrazo reconfortante para quien lo necesitara. Ana tenía tres hijos traviesos: Tomás, Sofía y Mateo. Ellos eran muy inquietos y curiosos, siempre metiéndose en problemas y haciendo travesuras que ponían a prueba la paciencia de cualquier madre.

Un día, mientras Ana estaba cocinando el almuerzo, los tres niños decidieron jugar al escondite dentro de la casa. Corrían de un lado a otro, abriendo puertas y cajones sin parar. De repente, escucharon un estruendo proveniente de la cocina.

- ¡Mamá! ¿Qué pasó? -preguntó Sofía preocupada. Ana salió de la cocina con cara de sorpresa y algo enfadada al ver el desorden que habían provocado sus hijos.

- ¡Chicos! ¡¿Qué están haciendo? ! Acabo de limpiar esta sala y ya está todo patas para arriba -exclamó Ana con tono firme pero sin levantar la voz. Los niños se miraron entre ellos con culpa en sus rostros. Sabían que habían vuelto a meterse en problemas. - Lo siento mucho, mamá.

No lo volveremos a hacer -dijo Tomás avergonzado. Ana les dedicó una mirada amorosa antes de hablar nuevamente:- Sé que son curiosos e inquietos, pero es importante que entiendan que deben ser cuidadosos en casa.

No se trata solo del desorden; también pueden lastimarse si no tienen cuidado -explicó Ana con calma. Los niños asintieron comprendiendo las palabras de su madre. Se disculparon nuevamente y se ofrecieron a ayudarla a reagarrar todo el desorden que habían causado.

Juntos trabajaron en equipo para dejar todo como nuevo otra vez. Esa noche, antes de dormir, los tres pequeños estaban reunidos en la habitación pensando en lo ocurrido durante el día. - Mamá tiene razón...

debemos ser más cuidadosos con nuestras travesuras -comentó Mateo reflexionando sobre lo sucedido. - Sí, tenemos que pensar antes de actuar y recordar cómo nos sentimos cuando vemos a mamá decepcionada -añadió Sofía con sinceridad.

Tomás tomó la mano de sus hermanitos y dijo:- Prometamos no volver a hacer cosas que hagan enfadar a mamá. Ella siempre nos trata con amor incluso cuando cometemos errores; debemos corresponderle siendo responsables y respetuosos.

Los tres niños sellaron su promesa con un fuerte abrazo lleno de cariño y complicidad. Esa noche durmieron tranquilos sabiendo que tenían una madre maravillosa dispuesta a guiarlos por el camino del bienestar y la felicidad familiar.

Desde ese día, los hermanitos aprendieron la importancia del respeto hacia su madre y cómo sus acciones podían afectarla emocionalmente. Aprendieron a pensar antes de actuar e intentaron ser más responsables en todas sus actividades diarias. La familia vivió muchos momentos felices juntos gracias al entendimiento mutuo entre todos los miembros del hogar.

Y colorín colorado este cuento ha terminado enseñándonos sobre el valor del respeto hacia nuestros seres queridos.

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