La lección de Martín


Había una vez en un colegio una niño llamado Martín, a quien le encantaba jugar a todo tipo de juegos con sus compañeros. Sin embargo, Martín tenía un problema: no sabía perder.

Siempre que perdía en algún juego, se ponía muy triste y comenzaba a llorar, lo cual generaba incomodidad entre sus amigos. Un día, durante el recreo, Martín estaba jugando al fútbol con sus amigos.

El partido estaba muy parejo y, justo cuando estaban por marcar un gol, el equipo contrario logró interceptar la pelota y anotar. Martín se frustró tanto que empezó a gritar y patalear en el suelo. - ¡No es justo! ¡Siempre pierdo! -se quejaba Martín entre sollozos.

Sus amigos intentaron consolarlo, pero Martín estaba tan enfadado que se apartó de todos y se sentó solo en una banca. En ese momento apareció la maestra Ana, quien había estado observando la situación desde lejos.

- ¿Qué pasa, Martín? -preguntó la maestra con ternura. - Siempre pierdo en los juegos y me siento mal -respondió el niño con tristeza. La maestra Ana se sentó junto a él y le dijo:- Martín, es normal perder de vez en cuando.

Lo importante no es ganar siempre, sino aprender a disfrutar del juego sin importar el resultado final. Además, cuando pierdes también tienes la oportunidad de mejorar para la próxima vez.

Martín reflexionó sobre las palabras de su maestra y decidió darle una oportunidad. Se levantó de la banca y regresó con sus amigos para seguir jugando al fútbol. Esta vez, en lugar de obsesionarse con ganar, se enfocó en divertirse y apoyar a su equipo.

El partido continuó y esta vez Martín mostró una actitud diferente. A pesar de que su equipo perdió nuevamente, él no reaccionó mal como antes. En cambio, felicitó a sus amigos por el buen juego e incluso propuso revancha para el día siguiente.

Al día siguiente, durante otro partido de fútbol en el recreo, Martín aplicó lo aprendido: disfrutaba del juego sin importar si ganaba o perdía.

Para sorpresa de todos (y especialmente de él mismo), su actitud positiva contagió a los demás niños y juntos pasaron un rato increíble lleno de diversión y camaradería. Desde ese día, Martín aprendió una valiosa lección: que perder forma parte del juego tanto como ganar; lo importante es cómo reaccionamos ante esa situación.

Y así fue como nuestro amigo descubrió que las derrotas pueden convertirse en oportunidades para crecer y mejorar cada día más.

Dirección del Cuentito copiada!