La lección de Sofía
Había una vez, en la hermosa laguna de un parque nacional, un grupo de flamencos rosados que vivían felices y en armonía.
Todos los días, se levantaban temprano para buscar su alimento favorito: pequeños crustáceos y algas que se encontraban en el agua. Un día, mientras disfrutaban del sol y jugaban en el agua cristalina, llegó volando una cigüeña llamada Sofía. Era muy curiosa y le encantaba visitar diferentes lugares para conocer nuevas especies.
"¡Hola flamencos!", saludó Sofía con entusiasmo. Los flamencos miraron sorprendidos a la cigüeña. "¡Hola Sofía! ¿Qué te trae por aquí?", preguntó Flora, una flamenco sabia y amigable.
"He venido a ver cómo viven ustedes los flamencos", respondió Sofía con una sonrisa. "Si no les importa, me gustaría quedarme unos días". Los flamencos aceptaron encantados la visita de Sofía. Durante esos días, ella observó cómo cazaban su comida con sus largos picos curvados hacia abajo.
También notó cómo se comunicaban entre ellos con movimientos graciosos de cabeza y cuello. Un día soleado, mientras los flamencos estaban descansando cerca del agua, apareció un grupo de patitos nadando cerca de ellos.
Los patitos eran muy traviesos y comenzaron a saltar sobre las espaldas de los flamencos sin pedir permiso. "¡Oye! ¡No es correcto saltar sobre nosotros sin pedir permiso!", exclamó Federico, un flamenco valiente. "¡Lo siento! No queríamos molestarlos", respondió uno de los patitos.
"Solo estábamos jugando". Los flamencos se miraron entre sí y decidieron que era hora de enseñar a los patitos una lección sobre el respeto y la importancia de pedir permiso antes de actuar. "Escuchen, pequeños patitos", comenzó Flora con calma.
"Es importante aprender a respetar a los demás y pedir permiso antes de hacer algo". Los patitos escuchaban atentamente mientras los flamencos les explicaban cómo se sentían cuando alguien invadía su espacio sin permiso.
Después de esa conversación, los patitos entendieron la importancia del respeto y pidieron disculpas sinceramente a los flamencos. A partir de ese día, siempre preguntaban antes de unirse al grupo para jugar.
Sofía estaba impresionada por la sabiduría y paciencia de los flamencos en enseñarles esta lección tan importante a los patitos. Les dio las gracias por permitirle ser testigo de su amabilidad y generosidad. "Gracias, queridos flamencos, por compartir conmigo este tiempo maravilloso", dijo Sofía emocionada.
"Me llevo conmigo una gran lección sobre el respeto y la importancia del diálogo". Después de unos días más, Sofía se despidió del grupo y volvió a emprender su viaje hacia nuevos lugares llenos de vida.
Los flamencos regresaron a su rutina diaria en la laguna, pero ahora tenían una nueva perspectiva sobre la importancia del respeto y la comunicación. Continuaron viviendo felices en su hábitat natural, compartiendo su amor por la laguna con las demás especies que visitaban.
Y así, los flamencos rosados de la laguna demostraron al mundo que el respeto y la amabilidad son fundamentales para vivir en armonía con todos los seres vivos.
FIN.