La Lección de Sofía
Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo. Sofía era conocida por ser muy creativa e imaginativa, pero también tenía un pequeño problema: le gustaba contar mentiras. Un día, decidió que sería divertido inventar una historia sobre un dragón que vivía en las colinas detrás de su casa.
Un día, mientras jugaba en el parque, Sofía se encontró con su mejor amiga, Valentina.
"¡Valen! ¡Adiviná qué!" -exclamó Sofía con emoción.
"¿Qué cosa?" -preguntó Valentina, intrigada.
"Hay un dragón enorme sobre las colinas, y ¡ruge tan fuerte que tiembla el suelo!" -dijo Sofía, con los ojos muy abiertos.
Valentina, emocionada, empezó a contarle a todos en el parque sobre el dragón. Con cada relato que pasaba de boca en boca, la historia se volvía más grande y más impresionante. Ahora todos los niños del pueblo querían ver al dragón.
La noticia llegó hasta los padres, quienes decidieron organizar una expedición para ir en busca del dragón. Sofía se sintió muy importante, pero comenzó a preocuparse. ¿Y si no había dragón?"¿Y si no encontramos nada?" -dijo Sofía a Valentina mientras se preparaban para la aventura.
"No te preocupes, solo necesitamos creer un poco más" -respondió Valentina sin saber que su amiga había mentido.
El día de la expedición, toda la comunidad se reunió en la plaza del pueblo. Sofía, sintiéndose culpable pero incapaz de detenerse, lideró a todos hacia las colinas. Al llegar, todos comenzaron a gritar y a llamar al dragón, riendo como locos, pero no pasó nada. La risa empezó a desvanecerse y pronto se hizo evidente que no había dragón.
"Sofía, ¿dónde está el dragón?" -preguntó un niño que había traído su casco de caballero.
"Eh… bueno, eh…" -Sofía tartamudeó, dándose cuenta de que había metido a todos en un gran embrollo.
Al final, todos se sentaron en las colinas, algo decepcionados, pero Sofía todavía se sentía mal, así que decidió que debía ser valiente.
"Chicos, tengo que decirles algo" -comenzó Sofía, con la voz entrecortada. "No hay dragón, nunca lo hubo. Fui yo la que inventó la historia porque quería que todos se divirtieran".
Los niños la miraron con asombro.
"¿Entonces no nos engañaste intencionalmente?" -preguntó Valentina.
Sofía asintió.
"Quería que todos creyéramos en algo mágico, pero tal vez debí haber sido honesta desde el principio".
Con un silencio reflexivo, uno de los niños habló.
"No es tan malo creer en sueños, pero tenemos que ser sinceros con nuestros amigos. Todos valoramos la verdad".
Sofía sintió una gran ola de alivio y se dio cuenta de que había aprendido una lección importante. Todos se sentaron a hablar sobre el valor de la sinceridad y cómo, aunque a veces la verdad puede no ser tan emocionante, siempre crea un lazo más fuerte.
Así, decidieron hacer una historia juntos sobre un dragón que sí existía, pero que también era muy bueno y solo quería tener amigos. Cada niño aportó una parte de la historia, lo que hizo que fuera única y divertida. Desde ese día, Sofía decidió que siempre sería sincera con sus amigos, y de este modo, su relación se volvió mucho más fuerte.
"Creo que el mejor dragón es aquel que vive en nuestra imaginación, y no uno que engañe a los demás” -dijo Sofía, sonriendo.
"¡Sí! Podemos darle vida con nuestra creatividad siempre que se base en la verdad" -agregó Valentina.
Y así, Sofía y sus amigos aprendieron que la verdad y la imaginación pueden coexistir. Desde entonces, el pueblo tuvo muchos cuentos sobre el dragón amistoso, y cada vez que los contaban, lo hacían con una sonrisa, recordando que la sinceridad siempre es la mejor política. Y cada vez que miraban a las colinas, sabían que la verdadera magia estaba en la amistad y la honestidad.
Fin.
FIN.