La lección de Tomás


Había una vez un chico llamado Tomás que tenía una mala costumbre: le gustaba grabar a las chicas sin su permiso.

Un día, mientras paseaba por el parque, vio a una chica muy bonita sentada en un banco y decidió sacar su celular para grabarla. Pero lo que no sabía es que alguien lo estaba observando.

- ¡Hey, Tomás! - gritó su amigo Lucas desde detrás de él - ¿Qué estás haciendo? Tomás se sintió avergonzado y trató de ocultar su celular. - Nada, solo estaba mirando el paisaje - mintió. Pero Lucas ya había visto todo. Le quitó el celular a Tomás y descubrió la verdad.

- ¿Estás grabando a esa chica? ¡Eso es horrible! - exclamó Lucas con indignación. Tomás se sintió mal por lo que había hecho pero no sabía cómo arreglarlo.

Además, Lucas era uno de sus mejores amigos y temía perder su amistad si le contaba la verdad sobre sus malas acciones. Unos días después, Tomás recibió un mensaje de texto de Lucas:- Si no invitas a esa chica del parque al cine este fin de semana, voy a contarle todo lo que hiciste. Tomás se quedó sin saber qué hacer.

No quería invitar a la chica porque sabía que ella nunca aceptaría salir con él si supiera lo que había hecho. Pero tampoco quería perder a su amigo ni ser expuesto como un pervertido ante todos sus conocidos.

Entonces decidió buscar ayuda en alguien más sabio: su abuelo Don Joaquín. Él siempre tenía las palabras adecuadas para ayudarlo cuando estaba en apuros.

- Abuelo, hice algo malo y ahora me siento atrapado - le confesó Tomás con lágrimas en los ojos. - Siempre hay una salida, hijo - respondió Don Joaquín con una sonrisa sabia. - Lo importante es aprender de tus errores y hacer lo correcto. Tomás decidió seguir el consejo de su abuelo.

Habló con la chica del parque y le pidió disculpas por haberla grabado sin su consentimiento. Ella se mostró comprensiva y aceptó sus disculpas.

Tomás también se armó de valor para contarle todo a Lucas sobre sus malas acciones y las amenazas que estaba recibiendo. Lucas se sorprendió al principio pero luego entendió que su amigo había cometido un error pero estaba tratando de arreglarlo de la mejor manera posible.

Juntos decidieron hacer algo bueno para reparar el daño causado: organizaron una campaña contra el acoso callejero y ayudaron a concientizar a otros jóvenes sobre la importancia del respeto hacia los demás.

A partir de ese momento, Tomás aprendió que siempre hay una salida honesta y justa a cualquier problema, aunque pueda parecer difícil al principio. Y también comprendió que nunca es tarde para cambiar sus malos hábitos y ser una persona más respetuosa y amable con quienes lo rodean.

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