La lección del águila



En un caluroso día en el desierto, una serpiente hambrienta llamada Serpentina se arrastraba lentamente por la arena en busca de algo para comer. Había estado días sin probar bocado y su estómago rugía de forma desesperada.

De repente, divisó a lo lejos a un escorpión llamado Escarlata que también buscaba alimento. Ambos animales se miraron con desconfianza, sabiendo que la comida escaseaba en aquella árida tierra y solo uno de ellos podría llevarse el preciado premio.

Serpentina, con su lengua bífida sacando rápidamente para percibir mejor el olor del aire, se acercó sigilosamente al escorpión. "¿Qué haces por aquí, pequeño Escarlata? ¿No sabes que esta es mi zona de caza?"- susurró la serpiente con malicia.

"Yo también tengo derecho a buscar comida aquí, Serpentina. No pienso dejarte todo para ti sola"- respondió valientemente el escorpión mientras levantaba su aguijón venenoso en señal de advertencia.

La tensión entre los dos animales crecía mientras se preparaban para enfrentarse por el escaso alimento que habían encontrado. Serpentina lanzó un rápido ataque hacia Escarlata, pero este logró esquivarlo ágilmente y contraatacó con su aguijón venenoso.

La serpiente retrocedió rápidamente evitando ser alcanzada por el peligroso veneno del escorpión. Ambos luchaban ferozmente, cada uno utilizando sus habilidades únicas para tratar de vencer al otro y quedarse con la comida.

Sin embargo, en medio de la pelea algo inesperado sucedió: una gran águila real descendió desde lo alto y atrapó a ambos animales antes de que pudieran hacerse daño. Los llevó hasta su nido donde tenía varios polluelos hambrientos esperando para alimentarse.

La águila les explicó que no debían pelear entre ellos por comida cuando podían compartir y colaborar juntos para sobrevivir en aquel duro ambiente del desierto. Serpentina y Escarlata entendieron la lección y decidieron unir fuerzas para cazar juntos y garantizar así la supervivencia de todos.

Desde ese día, la serpiente y el escorpión se convirtieron en grandes amigos y aprendieron que trabajar en equipo era mucho más beneficioso que luchar entre ellos. Juntos exploraron nuevos lugares en busca de alimentos abundantes y vivieron felices compartiendo sus recursos.

Y así demostraron que incluso los más feroces rivales pueden encontrar la amistad y solidaridad si aprenden a dejar atrás sus diferencias y trabajar juntos hacia un objetivo común.

La moraleja de esta historia es clara: la unión hace la fuerza, incluso en los lugares más inhóspitos como el desierto del cual provenían estos valientes animales.

FIN.

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