La Lección del Bosque


Había una vez, en un hermoso bosque de Argentina, una mamá cabra y sus siete cabritos.

Vivían felices en su hogar, pero un día la mamá tuvo que salir a buscar comida y les advirtió a sus pequeños: "No abran la puerta a nadie mientras no esté yo". Los cabritos asintieron con la cabeza y prometieron obedecer. Pero no pasó mucho tiempo antes de que alguien llamara a la puerta. - ¡Toc, toc! -se escuchó desde afuera.

El más pequeño de los cabritos corrió hacia la puerta y preguntó:- ¿Quién es? - Soy yo, su mamá. Abran rápido -respondió el lobo disfrazado de voz aguda. Los otros seis cabritos se miraron entre sí, desconfiados.

Sabían que algo no estaba bien. - No eres nuestra mamá. Ella tiene una voz diferente -dijo el segundo cabrito.

El lobo intentó cambiar su voz para imitar a la mamá cabra:- ¡Claro que soy su mamá! Abran ahora mismo o me enfadaré. Pero los astutos cabritos no cayeron en el engaño del lobo y decidieron tomar medidas para protegerse. El cuarto cabrito sugirió:- Esperen aquí mientras voy a buscar ayuda al vecino conejo.

Él siempre sabe qué hacer en situaciones difíciles como esta. Mientras tanto, el lobo se impacientaba cada vez más afuera de la casa.

Intentaba abrir la puerta con todas sus fuerzas, pero los siete cerrojos que habían instalado los valientes cabritos lo mantenían fuera de peligro. Finalmente, el cuarto cabrito regresó con el vecino conejo y juntos idearon un plan para engañar al lobo. - Escucha, lobo -dijo el conejo-. Si quieres entrar a la casa, tendrás que demostrar que eres realmente nuestra mamá.

El lobo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir su comida fácil, así que aceptó el desafío del conejo. - Bien -dijo el conejo-, nuestra mamá siempre tiene una marca especial en su pata derecha.

Si puedes mostrarnos esa marca, te dejaremos entrar. El lobo se sintió atrapado. Sabía que no podía mostrarles la marca de la mamá cabra porque no era ella. Pero tampoco quería darse por vencido tan fácilmente. Entonces, tuvo una idea malvada.

Se fue corriendo al mercado y encontró unas pegatinas con forma de pata de cabra. Las compró rápidamente y las pegó en su pata derecha.

Cuando volvió a la casa de los cabritos y mostró su supuesta "marca especial", los siete hermanitos se quedaron perplejos ante lo que veían. Parecía ser la verdadera mamá cabra. Pero antes de dejarlo entrar, el quinto cabrito tuvo otra idea:- Mamá siempre nos hace cosquillas antes de abrirnos la puerta.

Si eres ella, tendrás que hacernos cosquillas a todos nosotros primero. El lobo sabía que no podía hacer cosquillas como lo haría una madre cariñosa, pero no quería rendirse sin intentarlo nuevamente.

Con mucho esfuerzo fingió reír y hacer cosquillas a cada uno de los cabritos. Pero por más que intentaba, no podía evitar su naturaleza lobo, y en lugar de cosquillas les daba pequeños mordiscos.

Los cabritos se dieron cuenta de la verdad y comenzaron a reírse del lobo. - ¡Ja, ja, ja! Eres un lobo farsante. Nunca podrás engañarnos -exclamaron al unísono. El lobo se sintió avergonzado y derrotado.

Se alejó de la casa con la cabeza gacha, prometiendo no volver a intentar engañar a nadie nunca más. Desde ese día, los siete cabritos aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de ser astutos y desconfiar de extraños. También comprendieron el valor de trabajar juntos para protegerse mutuamente.

Y así, vivieron felices y seguros en su hogar del bosque argentino para siempre.

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