La lección del guardián del bosque
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques frondosos vivían tres valientes amigos: Juancito, Martina y Pedrito.
Todos los días, al atardecer, tenían la importante misión de bajar hasta el pozo más cercano para traer agua a sus casas. Un día, mientras jugaban cerca del pozo, se les hizo tarde y el sol comenzó a esconderse detrás de las montañas.
Los niños sabían que debían regresar antes de que anocheciera, pero estaban tan entretenidos que perdieron la noción del tiempo. "¡Chicos, debemos irnos ya! ¡Se está haciendo tarde y no queremos estar fuera cuando caiga la noche!", exclamó Martina con preocupación. "Tranquila Martina, aún tenemos un rato.
Vamos rápido por el agua y regresamos", respondió Juancito tratando de calmarla. Los tres amigos agarraron sus baldes y se dirigieron hacia el pozo.
El camino de regreso era largo y oscuro, y para empeorar las cosas, la gente del pueblo contaba historias sobre extraños rugidos que se escuchaban en la oscuridad y un ser misterioso con tres ojos que habitaba en aquellos parajes. "¿Escucharon eso? ¡Espero que solo sean cuentos inventados para asustarnos!", dijo Pedrito nervioso mientras caminaban deprisa.
De repente, en medio de la oscuridad, un ruido extraño resonó a lo lejos. Los niños se detuvieron asustados mirándose unos a otros con temor.
"¡Ese debe ser el monstruo de los tres ojos del que hablan en el pueblo! ¡Tenemos que correr más rápido!", gritó Martina angustiada. Pero justo cuando estaban a punto de salir corriendo desesperados, una voz amable resonó desde detrás de los árboles:"¡Esperen chicos! No tengan miedo. Soy Tresojitos, el guardián del bosque".
Los niños voltearon sorprendidos y vieron a una criatura alta con tres brillantes ojos verdes que los miraba con ternura. "¿Tresojitos? ¿Por qué nos has estado siguiendo?", preguntó Juancito intrigado pero menos asustado al notar la bondad en aquel ser peculiar.
Tresojitos les explicó que él era quien cuidaba del bosque durante la noche para protegerlo de cualquier peligro; sin embargo, mucha gente lo temía por su apariencia diferente. "No temas chicos.
Yo soy bueno y solo quiero ayudarlos a regresar sanos y salvos a sus hogares", les aseguró Tresojitos con una sonrisa cálida en sus labios azules. Los niños entendieron entonces que no debían juzgar a alguien por su aspecto externo sino por sus acciones.
Agradecidos por su ayuda desinteresada decidieron acompañarlo en su recorrido nocturno hasta llegar sanos al pueblo donde fueron recibidos como héroes. Desde ese día en adelante cada vez que tenían dudas o miedos recordaban aquella lección aprendida: "Nunca juzgues un libro por su portada".
Y así siguieron siendo grandes amigos aventureros dispuestos siempre a descubrir nuevas maravillas junto al bondadoso Tresojitos.
La historia inspiradora enseñaba valores como la amistad verdadera sin prejuicios ni miedos infundados además resaltaba la importancia del respeto hacia todas las criaturas sin importar cómo luzcan exteriormente.
FIN.