La lección del sol


Había una vez, en lo más profundo del universo, dos hermanos llamados Lino y Lalo que vivían en una pequeña nave espacial.

Les encantaba observar el baile de las estrellas en la inmensidad del cosmos, pero tenían un oscuro deseo: querían dominar al sol para que la oscuridad reinara y las estrellas bailaran sin su luz.

Un día, mientras observaban el brillo del sol desde su nave, Lino dijo con determinación:- ¡Lalo, tenemos que encontrar la manera de apagar al sol y así lograr nuestro objetivo de sumir al universo en la oscuridad! Lalo, siempre dispuesto a seguir a su hermano mayor, asintió emocionado. Juntos idearon un plan malvado para alcanzar su meta.

Decidieron buscar al sabio anciano del espacio, quien según los rumores tenía el conocimiento necesario para cumplir sus deseos. Cruzaron galaxias y atravesaron asteroides hasta llegar a un lejano planeta donde habitaba el anciano sabio.

Al encontrarse con él, le pidieron ayuda para apagar al sol. El sabio los miró con tristeza y les explicó que eso traería caos al universo y afectaría a todos los seres vivos. "El sol es fuente de vida y energía.

Si lo apagan, todo se sumirá en la oscuridad", advirtió el anciano. Pero los hermanos estaban decididos y no escucharon las palabras del sabio.

Insistieron tanto que finalmente este les dio una tarea imposible de cumplir: debían recolectar cristales mágicos esparcidos por toda la galaxia para poder realizar su cometido. Sin dudarlo, Lino y Lalo emprendieron su búsqueda. Recorrieron planetas inhóspitos, enfrentaron peligrosas criaturas y superaron obstáculos inimaginables. Con valentía y astucia lograron reunir todos los cristales mágicos requeridos.

Al regresar triunfantes ante el anciano sabio, este les mostró cómo usar los cristales para apagar temporalmente al sol. Cuando vieron cómo la luz desaparecía lentamente del universo, sintieron un vacío en sus corazones.

Entonces recordaron todas las maravillas que habían visto gracias a la luz del sol: los colores vibrantes de los planetas, la belleza de las estrellas brillando en la noche e incluso el calor reconfortante que les proporcionaba cada día.

Lino miró a su hermano con tristeza y comprendió que habían cometido un error terrible. Le tendió la mano a Lalo y juntos dijeron al anciano sabio:"Lo sentimos mucho por nuestra ambición desmedida. Queremos devolverle la luz al universo".

El anciano sonrió complacido por su cambio de actitud y les enseñó cómo utilizar los mismos cristales mágicos para encender nuevamente al sol. Desde ese día, Lino y Lalo aprendieron una gran lección: nunca debemos dejar que la ambición nos ciegue ante lo verdaderamente importante.

Agradecidos por tener una segunda oportunidad, continuaron viajando por el espacio disfrutando de cada destello luminoso que iluminaba su camino hacia nuevas aventuras.

Y así fue como estos dos hermanos descubrieron que no hay nada más valioso ni poderoso que aprender a valorar lo bueno e importante que nos rodea cada día: ¡la luz!

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