La lección en la arena



Camila y Mía eran dos amigas muy competitivas que disfrutaban pasar tiempo juntas. Les encantaba retarse en diferentes juegos y deportes, pero su favorito era el voleibol.

En ese día soleado, decidieron enfrentarse en un emocionante partido en la playa. El sol brillaba en lo alto mientras Camila y Mía se preparaban para comenzar el juego. Ambas estaban llenas de energía y determinación para ganar.

La arena caliente bajo sus pies no las detenía, estaban listas para darlo todo en la cancha. - ¡Prepárate para perder, Camila! - gritó Mía con una sonrisa desafiante. - ¡Ja! Eso lo veremos, Mía. Estoy lista para ganar este partido - respondió Camila con determinación.

El juego comenzó y ambas chicas se esforzaron al máximo. Se lanzaban la pelota con fuerza y precisión, cada una luchando por anotar puntos. El marcador estaba parejo y la emoción iba en aumento a medida que avanzaba el partido.

De repente, durante un rally intenso, Mía tropezó con un bache en la arena y cayó al suelo. Camila detuvo el juego de inmediato y corrió hacia ella preocupada. - ¿Estás bien, Mía? - preguntó Camila ayudándola a levantarse.

- Sí, solo fue un tropiezo tonto. Gracias por preocuparte, amiga - respondió Mía con una sonrisa agradecida. A pesar de estar compitiendo ferozmente minutos antes, en ese momento la amistad entre Camila y Mía prevaleció sobre la rivalidad deportiva.

Se dieron cuenta de que lo más importante no era ganar a toda costa, sino disfrutar del juego juntas y apoyarse mutuamente. Decidieron continuar el partido con renovado espíritu deportivo y camaradería.

Cada punto anotado era motivo de celebración tanto para Camila como para Mía. La competencia seguía siendo intensa pero ahora primaba el respeto y la diversión por encima de todo. Finalmente llegaron al punto decisivo del partido: 20 a 20.

Ambas sabían que quien anotara ese último punto sería la ganadora indiscutible del día soleado de voleibol en la playa. El balón voló alto sobre la red en dirección al campo de Camila...

Ella calculó perfectamente su movimiento y saltó con determinación para realizar un remate imparable que dejó sin chances a Mía de devolverlo. - ¡Punto final! ¡Gané! - exclamó Camila emocionada mientras abrazaba a su amiga Mía con cariño. - ¡Felicidades, Cami! Eres una crack del voleibol.

Ha sido un gran partido - dijo Mía sinceramente impresionada por el talento de su amiga. Así terminó aquel día soleado de voleibol entre Camila y Mía: con risas, abrazos y lecciones aprendidas sobre amistad, compañerismo y espíritu deportivo.

A partir de entonces prometieron seguir desafiándose mutuamente pero siempre recordando que lo más importante no es ganar o perder, sino disfrutar juntas cada momento compartido.

FIN.

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