La lección mágica de Ana
Había una vez una niña llamada Ana que se mudó a una nueva ciudad y tuvo que empezar en una escuela diferente.
Ana era muy inteligente y talentosa, pero tenía un problema: le gustaba burlarse de sus compañeros de clase. Se reía de cómo vestían, cómo hablaban e incluso de las cosas que les gustaban. En su primer día en la nueva escuela, Ana llegó con su actitud burlona.
Tan pronto como entró al salón, vio a Pedro, un niño tímido con lentes. Sin pensarlo dos veces, comenzó a hacer comentarios sobre sus gafas y a imitar su forma de hablar. Pedro se sintió muy triste y avergonzado por los comentarios de Ana.
No entendía por qué alguien querría hacerle daño solo por ser diferente. Decidió hablar con la maestra para contarle lo que estaba pasando.
La maestra, la señorita Laura, decidió tomar medidas para ayudar a Pedro y enseñarle a Ana el valor del respeto hacia los demás. Al día siguiente, la señorita Laura organizó una actividad especial en el salón. "¡Buenos días niños! Hoy vamos a aprender sobre el poder de las palabras amables", anunció la señorita Laura emocionada.
Los niños se miraron curiosos mientras la maestra explicaba cómo nuestras palabras pueden impactar profundamente en los demás. Les habló sobre el poder positivo que tienen las palabras amables y cómo pueden alegrar el día de alguien o herirlo profundamente.
Para ilustrar esto aún más, la señorita Laura propuso un juego llamado "El círculo mágico". Les pidió a todos los niños que se sentaran en un círculo y que cada uno dijera algo amable sobre el compañero de la izquierda.
Uno por uno, los niños comenzaron a decir cosas bonitas sobre sus compañeros. Al principio, Ana estaba incómoda y no sabía qué decir.
Pero después de escuchar todas las palabras amables dirigidas hacia ella, empezó a darse cuenta de cómo sus burlas habían lastimado a Pedro y a otros. Cuando llegó su turno para decir algo amable sobre Pedro, Ana se levantó tímidamente y dijo: "Pedro, me gusta tu inteligencia y cómo siempre estás dispuesto a ayudar".
Pedro sonrió tímidamente mientras Ana continuaba diciendo cosas positivas sobre él. Desde ese día, Ana cambió su actitud.
Se dio cuenta de lo importante que era ser respetuosa con los demás y comenzó a usar sus habilidades para hacer reír a sus compañeros en lugar de herirlos. Descubrió que podía ser popular sin necesidad de burlarse de nadie. Ana aprendió una valiosa lección: nuestras palabras tienen poder y podemos elegir usarlas para construir o para dañar.
A partir de entonces, se convirtió en una gran amiga para todos sus compañeros y juntos crearon un ambiente escolar lleno de amor y respeto.
Y así es como Ana dejó atrás su actitud burlona y descubrió la verdadera alegría de compartir momentos felices con amigos auténticos.
FIN.