La lección mágica de Martina
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían muchos niños y niñas llenos de energía y curiosidad.
Un día, la enfermera Martina decidió dar una charla muy especial en la plaza del ayuntamiento sobre educación emocional y valores. Los niños se reunieron ansiosos por escuchar lo que tenía para decirles la enfermera Martina. Se sentaron alrededor de ella formando un semicírculo, con los ojitos bien abiertos y las orejas atentas.
Martina comenzó su charla explicando qué eran las emociones: "Las emociones son como visitantes que vienen a nuestra casa interior. A veces nos traen alegría, otras veces tristeza, miedo o enfado". Los niños asintieron con la cabeza mientras escuchaban atentamente.
Luego, Martina les habló sobre los valores. Les dijo: "Los valores son como brújulas que nos guían en el camino de la vida. Nos ayudan a ser buenos amigos, respetar a los demás y cuidar nuestro entorno".
En ese momento, un niño llamado Tomás levantó la mano y preguntó: "¿Y cómo podemos aprender a controlar nuestras emociones?".
La enfermera Martina sonrió y respondió: "¡Esa es una excelente pregunta! Una forma de aprender a controlar nuestras emociones es practicando la respiración profunda cuando nos sentimos alterados". Todos los niños intentaron hacerlo juntos. Inhalaron profundamente por la nariz y exhalaron lentamente por la boca. Se sintieron más relajados al instante.
De repente, un perro callejero se acercó corriendo a la plaza. Los niños, asustados, comenzaron a gritar y a levantarse de sus lugares. Martina les recordó: "Recuerden que el miedo es una emoción natural, pero debemos aprender a manejarlo".
Les pidió que cerraran los ojos y respiraran profundamente nuevamente. Cuando abrieron los ojos, vieron al perro callejero sentado tranquilamente junto a ellos. Martina les explicó que el perro solo buscaba un poco de cariño y compañía.
Los niños se acercaron con cautela y comenzaron a acariciarlo suavemente. Después de ese incidente, la charla continuó con juegos divertidos para enseñarles sobre valores como la amistad, el respeto y la solidaridad.
Aprendieron que ser buenos amigos significa estar ahí cuando alguien lo necesita, compartir juguetes sin pelearse y escuchar atentamente. La tarde fue pasando entre risas y aprendizaje emocional. Los niños se dieron cuenta de lo importante que era conocer sus emociones para poder entenderlas mejor.
Al finalizar la charla, Martina les entregó a cada niño una pequeña brújula como símbolo de los valores aprendidos. Les dijo: "Esta brújula les recordará siempre el camino correcto en cada situación".
Los niños regresaron a casa contentos y llenos de nuevas ideas sobre cómo manejar sus emociones y valorar las cosas importantes en la vida. Desde aquel día en adelante, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde los niños sabían cómo controlar sus emociones y practicaban valores todos los días.
Y así termina nuestra historia, donde la enfermera Martina enseñó a los niños de Villa Esperanza sobre educación emocional y valores en una charla inolvidable en la plaza del ayuntamiento.
FIN.