La Lechera y Su Sueño
Érase una vez una joven lechera llamada Clara que llevaba un cubo de leche en la cabeza, camino al mercado para venderla. Durante el recorrido, Clara no podía evitar soñar despierta sobre todo lo que podría lograr con el dinero que obtendría por la leche.
"Con este dinero voy a comprarme un bonito vestidito rosa", pensó Clara emocionada.
Al instante, su mente se llenó de imágenes de ella luciendo el vestido nuevo en la plaza del pueblo. Mientras sonreía ante la idea, un pequeño pato que nadaba en un charco la interrumpió.
"¡Cuac! ¿A dónde vas tan apurada, Clara?" - preguntó el pato.
"Voy al mercado a vender mi leche y soñar con todas las cosas que puedo comprar", le respondió Clara alegremente.
"Pero, ¿qué pasa si la leche se derrama?" - inquirió el pato, frunciendo el pico.
"¡Eso no va a pasar!" - aseguró Clara, convencida. Pero justo en ese momento, un perro juguetón apareció corriendo y, asustando a Clara, hizo que el cubo tambaleara.
Clara se recompuso rápidamente y siguió su camino, pero no pudo evitar que su mente divagara de nuevo:
"Seguiré vendiendo para comprar semillas y plantar un hermoso jardín", pensó mientras imaginaba las flores de todos los colores.
"¿Y si las flores no crecen?" - preguntó el pato, algo escéptico.
"Eso no sucederá", contestó Clara decidida.
En su mente, visualizaba el jardín lleno de mariposas que revoloteaban entre las flores.
Pero otra vez, el camino estaba lleno de sorpresas, cuando un grupo de chicos comenzó a jugar a la pelota justo delante de ella. Clara, vislumbrando su futuro jardín, detuvo un momento su camino.
"¡Cuidado! ¡No tiren la pelota hacia aquí!" - gritó Clara.
"¡Lo sentimos, Clara!" - dijeron los niños al unísono, pero la pelota se desvió y terminó rodando justo hacia su cubo de leche.
Clara, en un intento de salvar su leche, se agachó y, desgraciadamente, su cubo se cayó, derramando toda la leche sobre el suelo.
"¡Oh, no!" - exclamó Clara, llorando. "Todo mi esfuerzo y mis sueños derramados sobre el suelo. ¿Qué haré ahora?".
El pato se acercó a Clara y, con su tono más amigable, dijo:
"No te preocupes, Clara. Siempre hay una segunda oportunidad. ¿Por qué no intentas vender algo más?"
Clara se secó las lágrimas y reflexionó. "Tienes razón. Tal vez no tengo leche, pero tengo mis manos y mi energía. Puedo ayudar a los vecinos con sus quehaceres o vender flores!".
Con renovada determinación, Clara regresó al pueblo, ya no como la lechera, sino como la ayudante de todos. Pasó el día ayudando a barrer las calles, regar jardines, y hasta aprendió a hacer pasteles con la señora Rosa.
"¡Puedes venderlos, Clara!" - le sugirió la señora Rosa, sonriendo.
Clara decidió hacer una pequeña venta en la plaza con los pasteles que había aprendido a hacer. La gente, al ver su esfuerzo y su dedicación, se acercó a comprar.
Al final del día, Clara había ganado más dinero del que obtuvo con su leche. Orgullosa y contenta, regresó a casa con un pedido especial de semillas de flores.
"Comenzaré mi jardín, pero de ahora en adelante, también podré hacer pasteles" - dijo Clara con una gran sonrisa.
Y así, Clara descubrió que los sueños no se derrumban con un simple tropiezo, sino que pueden transformarse con esfuerzo y creatividad. Desde entonces, siempre llevaba consigo una pequeña bolsa de semillas, lista para plantar sus sueños en cada rincón que visitaba.
Fin.
FIN.