La Lechucita Vizcachera y la Nueva Familia
En un tranquilo campo de la provincia de Córdoba, vivía una pequeña lechucita vizcachera llamada Lila. Su hogar era un profundo y acogedor agujero en el campo, rodeado de pastos verdes y flores silvestres. Lila era curiosa y siempre estaba un paso más allá de las nubes. Cada noche, se posaba en su rama preferida y observaba cómo la luna iluminaba las tierras, y cómo pequeños animalitos se asomaban para salir a jugar.
Un día, Lila notó algo extraño. Ruidos de martillos y sierras resonaban por el aire. Cuando se asomó, vio que una familia se había mudado al terreno cercano y ya estaban construyendo una casa.
"¡Oh, no! ¿Qué van a hacer en mi terreno?" - se preocupó Lila.
Los días pasaron y Lila observaba desde lejos. La familia consistía en un papá, una mamá y dos niños: Tomás y Sofía. Ellos no podían comprender las preocupaciones de Lila.
"Mamá, ¿de dónde proviene ese sonido?" - preguntó Sofía un día, mientras dibujaba en el suelo.
"Es solo la construcción de la casa, cariño. Pronto tendremos un hermoso hogar aquí, y podremos vivir felices en el campo" - le respondió su mamá.
Lila, al escuchar eso, sintió que su hogar estaba amenazado. Pensó que la familia nunca la entendería. Con cada día que pasaba, la lechucita se sentía más sola y triste.
Una noche, mientras volaba sobre su territorio, decidió que debía conocer a la familia. Se posó en una rama cerca de su casa y, cuando Tomás y Sofía salieron a jugar, Lila se aventuró.
"Hola, chicos! Soy Lila, la lechucita vizcachera de aquí cerca" - dijo, intentando sonar amigable.
Tomás y Sofía se quedaron sorprendidos. No podían creer que una lechucita les hablara.
"¡Guau! ¡Nunca hablamos con un ave!" - exclamó Sofía.
Lila, sintiendo su curiosidad, continuó hablando.
"Sé que están construyendo su casa, y estoy un poco asustada. No quiero perder mi hogar" - confesó Lila, moviendo sus pequeñas alas.
Tomás, que comenzó a sentir empatía, se acercó y dijo:
"No te preocupes, Lila. Nosotros también queremos vivir en armonía con la naturaleza. ¿Qué podemos hacer para ayudarte?"
Lila se sorprendió. Nunca pensó que pudieran querer ayudarla.
"Quizás podrían dejar un pequeño rincón con flores y pasto así puedo tener un lugar al que volver" - sugirió Lila esperanzada.
"¡Eso es una gran idea!" - dijo Sofía. "Podemos hacer un pequeño jardín para vos en el lado del jardín".
Y así fue como la familia aceptó el desafío. Junto con Lila, comenzaron a plantar flores y crear un espacio especial para ella. A medida que pasaban los días, la casa fue tomando forma, y el nuevo jardín se llenó de plantas coloridas.
Finalmente, cuando la casa estuvo lista y el jardín florecía, todos se reunieron para celebrar. Lila era parte del festejo. La familia compartió unos deliciosos bocadillos mientras escuchaban a Lila contar historias sobre las estrellas y los animales del campo.
"Vieron, que es posible convivir en armonía" - dijo Lila, sonriendo mientras volaba entre ellos.
"Sí! Nuestra casa es más especial ahora que tenemos un amigo como vos!" - respondió Tomás, entusiasmado.
Desde aquel día, Lila y la familia se convirtieron en grandes amigos. Por las noches, Lila se posaba sobre la ventana de Tomás y Sofía, y les contaba sobre las maravillas del campo y la naturaleza. Y claro, cada día empezaban a jugar en el nuevo jardín, donde Lila podía posarse y ellos podían correr y jugar a su alrededor.
Aunque la casa de la familia estaba allí, Lila ya no se sentía sola. Había encontrado su lugar en el corazón de esos nuevos habitantes, y todos aprendieron una lección valiosa: siempre hay espacio para la amistad, incluso en los cambios.
Juntos, cuidaron del jardín, y a Lila nunca le faltaron flores ni amigos con quienes compartir sus encantadoras historias bajo la luna.
FIN.