La Lechuga Gigante de Aeroparque



Había una vez, en la escuela de Aeroparque, una niña llamada Sofía que soñaba con cultivar la lechuga más grande del mundo. Un día, durante clase de Ciencias Naturales, su maestra, la señorita Ana, les contó sobre las maravillas del cultivo y la importancia de las plantas para nuestra vida.

"Las plantas nos dan oxígeno, comida y hasta sombra," explicó la señorita Ana. "Si cuidan de ellas, pueden crecer muy grandes."

Sofía tomó ese consejo muy en serio. Regresó a casa y le pidió a su papá que le ayudara a sembrar una lechuga gigante en el jardín.

"¡Por supuesto! Vamos a hacer una buena mezcla de tierra y abono," dijo su papá mientras se ponía los guantes.

Sofía siguió cada paso con mucha emoción, regando la lechuga todos los días. Se la pasaba hablando con ella y contándole historias sobre sus sueños. Pasaron varias semanas y la lechuga fue creciendo y creciendo, ¡hasta que se convirtió en la más grande del barrio!

Un día, mientras Sofía iba al jardín a regar su lechuga, se encontró con un caracol muy curioso.

"¡Hola, caracol!" saludó Sofía. "Soy Sofía y estoy cultivando esta lechuga gigante. ¿No es hermosa?"

El caracol, que se llamaba Carlos, la miró con ojos brillantes y dijo:

"Sí, es preciosa, pero... estoy muy hambriento. ¿No te gustaría compartirla conmigo?"

Sofía se quedó pensando. Amaba su lechuga, pero también sabía que cada ser vivo tiene sus necesidades.

"Carlos, entiendo que tengas hambre, pero también he trabajado muy duro para hacer crecer esta lechuga. ¿Qué tal si hacemos un trato?"

El caracol levantó una ceja, intrigado.

"¿Qué tipo de trato?"

"Tú puedes comer un poco de la lechuga, pero a cambio, me cuentas todo lo que sepas sobre los jardines y otros seres que viven en ellos. ¿Te parece?"

Carlos, emocionado, aceptó la propuesta.

"Trato hecho, Sofía!"

Y así, Sofía le permitió a Carlos comer algunas hojas de la lechuga mientras él le contaba sobre otros insectos, como las mariquitas que ayudan a polinizar las flores, y sobre cómo los gusanos de tierra enriquecen el suelo.

Cada día, Sofía se reunía con Carlos y, aunque la lechuga se iba reduciendo, su amistad y conocimiento crecían. Un día, Carlos le anunció:

"¡Hoy tengo una sorpresa!"

"¿Qué es?" preguntó Sofía, ansiosa.

"Estamos organizando una fiesta en el jardín. ¡Todos los animales están invitados!"

Sofía no podía creerlo.

"¿Pero qué vamos a celebrar?"

"La amistad, la alegría de cultivar y de compartir!"

Así, Sofía, Carlos y muchos otros amigos del jardín prepararon la fiesta. Sofía ofreció las hojas que Carlos había dejado de la lechuga y todos disfrutaron de un festín con deliciosos alimentos. Las mariquitas, los saltamontes y hasta las mariposas vinieron.

Al final del día, Sofía se dio cuenta de que lo que realmente había cultivado no era solo una lechuga gigante, sino también una hermosa amistad.

"Carlos, aunque la lechuga ya no es tan grande, esta fiesta ha sido la mejor parte de esto," confesó Sofía.

"A veces, lo que crecemos no se mide en tamaño, sino en la alegría que compartimos," respondió Carlos con una sonrisa.

Desde entonces, Sofía siguió cultivando en su jardín, pero no solo plantas. También sembró amistad y aprendizajes junto a todos sus nuevos amigos del jardín, que siempre estaban listos para vivir aventuras juntos, porque cada ser tiene un lugar especial en ese pequeño ecosistema.

Y así, Sofía aprendió que compartir y cuidar de nuestros amigos es igual de importante que cuidar de la naturaleza.

FIN.

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