La lente mágica de Lucía


Había una vez una niña llamada Lucía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas.

Lucía era ciega desde que nació, pero eso no le impedía soñar con ver el mundo y todas las maravillas que había a su alrededor.

Lucía tenía una imaginación desbordante y se pasaba horas y horas escuchando los relatos de sus amigos sobre los colores vibrantes del arcoíris, el brillo del sol en el cielo azul y la belleza de las flores en primavera. Pero lo que más anhelaba era poder ver a su familia y amigos, aquellos rostros que solo conocía por sus voces y caricias.

Un día, mientras paseaba por el bosque junto a sus padres, Lucía encontró un objeto extraño tirado en el suelo. Era una lente mágica con poderes especiales para hacer realidad los deseos más profundos de quien la poseyera.

Sin pensarlo dos veces, Lucía tomó la lente entre sus manos y formuló su deseo más grande: "Quiero ver el mundo tan solo por un día". De repente, todo a su alrededor cambió. Los sonidos se volvieron más claros y nítidos, como si estuviera escuchando música celestial.

Poco a poco comenzó a distinguir formas borrosas frente a ella. - ¡Mamá! ¡Papá! ¡Puedo verlos! - exclamó Lucía emocionada. Sus padres no podían creerlo; estaban asombrados ante aquel milagro. Juntos comenzaron a explorar el mundo que tanto habían deseado conocer.

Lucía se maravilló con los colores brillantes de las flores, el verde intenso de los árboles y la suave textura de la hierba bajo sus pies. El sol acariciaba su piel y cada brisa le susurraba secretos al oído.

Pero lo más emocionante para Lucía fue poder ver a las personas que amaba. Reconoció a sus padres por primera vez y no podía dejar de sonreír al observarlos.

También vio a sus amigos jugando en el parque, y aunque nunca antes había visto sus rostros, los reconocía perfectamente por las risas contagiosas y los abrazos cálidos. Sin embargo, mientras disfrutaba de esta nueva experiencia, algo inesperado ocurrió.

La lente mágica comenzó a perder su poder poco a poco, hasta que finalmente todo volvió a ser oscuro como antes. - ¡No! - exclamó Lucía desesperada - ¿Qué ha pasado? Sus padres intentaron consolarla explicándole que aquel día había sido un regalo especial para ella, pero que ahora debían regresar a casa.

Aunque Lucía estaba triste por haber perdido la visión nuevamente, guardó en su corazón todos los recuerdos vividos durante ese día tan especial.

Aprendió que aunque no pudiera ver con sus ojos físicos, tenía una capacidad única para ver con el corazón. Desde aquel día en adelante, Lucía siguió soñando y explorando el mundo con su imaginación. Se convirtió en una escritora talentosa y compartió historias llenas de vida y color con todas las personas que querían escucharlas.

Lucía demostró al mundo entero que no hace falta ver con los ojos para disfrutar de la belleza que nos rodea.

Su espíritu valiente y su amor por la vida dejaron una huella imborrable en el corazón de todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerla. Y así, Lucía siguió iluminando el mundo con su imaginación y enseñándonos a todos que las limitaciones físicas no pueden apagar nuestros sueños más profundos.

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