La Leyenda de la Estrella de Esperanza



En el pequeño pueblo de Arbolito, la Navidad se celebraba con gran alegría. Las familias decoraban sus casas con luces y adornos, mientras los niños esperaban ansiosos la llegada de Santa. Pero en la casa de los García, el árbol de Navidad estaba apagado.

- 'Mamá, ¿por qué el árbol no brilla como antes?' - preguntó Sofía, la más pequeña de los García.

- 'No lo sé, Sofi. Quizás necesita un poco de alegría' - respondió la mamá con un suspiro.

El papá, que escuchaba desde la cocina, comentó: - 'Tal vez necesitemos ayudar a otros para que nuestro árbol brille de nuevo.'

Esa noche, mientras la familia compartía una cena sencilla, Sofía recordó algo que había escuchado en la escuela.

- '¡He tenido una idea! ¿Qué tal si ayudamos a algunos vecinos que lo necesitan? Quizás si les llevamos algo de comida o un regalo, nuestro árbol se llenará de alegría.'

La mamá sonrió. - 'Es una gran idea, Sofía. ¿Por dónde empezamos?'

Al día siguiente, se pusieron en acción. Cargaron una canasta con galletitas y un muñeco de peluche que Sofía decidió regalar. Al llegar a casa de la señora Ana, una anciana del barrio que siempre les saludaba con una sonrisa, la encontraron sentada sola.

- '¡Feliz Navidad, señora Ana!' - exclamó Sofía, entregándole el muñeco.

- 'Oh, Sofía, eres tan dulce. ¡Gracias, querida! Esto me alegrará mucho estos días.' - la anciana sonrió, y sus ojos brillaron con alegría.

Mientras la familia continuaba su recorrido entregando sorpresas, notaron que cada sonrisa que provocaban hacía que su propio corazón se sintiera más cálido.

- 'Me encanta ver a los demás felices' - dijo el papá, lleno de entusiasmo.

- '¡Y nosotros también! ¡Es como si nuestro árbol ya estuviera brillando!' - agregó Sofía.

Al caer la noche, de regreso a casa, se detuvieron en el parque donde algunos chicos jugaban. Un grupo de niños reía mientras compartían un pequeño árbol de Navidad decorado con lo que habían podido encontrar.

- '¿Puedo unirme?' - preguntó Sofía, emocionada. - 'Claro, vení a jugar con nosotros' - respondieron los niños.

Por un instante, Sofía se olvidó del árbol triste y se unió a su diversión. Pero al ver las caras de todos, su corazón anheló compartir más. Y mientras se acercaba a su mamá, tuvo otra idea.

- '¿Podemos traer el árbol de casa aquí para compartirlo con todos?'

La mamá miró al papá, sorprendida, pero al ver la energía de Sofía, asintieron. Unos minutos después, el árbol de Navidad estaba en el parque, decorado con luces, galletitas y globos traídos por todos.

- '¡Es mi árbol! Lo decoramos juntos' - exclamó Sofía emocionada al ver a todos los niños riendo y ayudando.

A medida que caía la noche, encendieron las luces y comenzaron a cantar villancicos. La señora Ana llegó con galletas recién hechas, y se unió a la celebración. Todos brillaban de felicidad.

- 'Esto es lo más hermoso que he visto' - dijo la señora Ana, con lágrimas de alegría en sus ojos.

- 'Gracias, Sofía, por recordar la verdadera magia de la Navidad.' - agregó.

Cuando la noche llegó a su fin, Sofía y sus padres regresaron a casa. El árbol de Navidad en su sala, aunque aún no estaba decorado, brillaba de una manera diferente.

- '¿Ves? Hicimos que la Navidad brille en todos' - dijo el papá, abrazando a su hija.

Y así, desde ese año en adelante, los García aprendieron que el verdadero espíritu de la Navidad es el amor y la empatía hacia los demás. Su árbol, aunque siempre lo decoraban, jamás se olvidaba de aquella noche mágica.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!