La leyenda del río dorado



En un pueblo montuvio, donde las colinas verdes se encontraban con el cielo azul, vivía un joven llamado Luis. Era conocido por su destreza en la pesca y su amor por la naturaleza. Cada mañana, se despertaba temprano para ir al río que serpenteaba cerca de su casa. El río era especial, no solo por la cantidad de peces que albergaba, sino por una leyenda que circulaba entre los habitantes del pueblo. Se decía que, si uno era lo suficientemente amable con la naturaleza, algún día podría encontrar en sus aguas el legendario pez dorado.

Una mañana, mientras Luis lanzaba su caña, escuchó un susurro. Era su amiga, la tortuga Lía, que había salido de entre unos juncos.

"¡Luis! ¡Luis! ¿Has oído la leyenda del pez dorado?" - le preguntó Lía emocionada.

"Claro que sí, Lía. Dicen que trae suerte a quien lo encuentra. Pero también dicen que hay que cuidar el río y a los animales que viven en él." - respondió Luis, mientras movía su caña.

"¡Exacto! Si quieres pescarlo, primero debes demostrar que eres respetuoso con la naturaleza." - Meditó Lía.

Luis, decidido a encontrar al pez dorado, decidió emprender una misión. Comenzó a recoger basura del río y a enseñar a los otros niños del pueblo sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

Un día, mientras todos jugaban y pescaban, vio a algunos de sus amigos tirando cervezas y envoltorios de alimentos al agua.

"¡Chicos! Eso no se hace. El río merece estar limpio para que podamos disfrutar de él y para que los peces puedan vivir felices." - les dijo con firmeza.

Sus amigos lo miraron, algo sorprendidos, pero poco a poco comenzaron a reflexionar sobre sus acciones.

"Tenés razón, Luis. ¿Qué podemos hacer?" - preguntó Sofía, una de sus compañeras.

"Podemos organizar una limpieza del río. ¡Hagámoslo juntos!" - respondió Luis, entusiasmado.

El día de la limpieza, todos los niños del pueblo se unieron a Luis y a Lía. Con bolsas y guantes, recogieron todo tipo de basura, llenando varias bolsas. Estaban cansados, pero felices de ver cómo el río comenzaba a lucir más limpio y hermoso.

Esa misma noche, Luis soñó con el pez dorado. En su sueño, el pez lo guiaba hacia un claro en el bosque, iluminado por la luna. Allí, le decía:

"Luis, has demostrado ser un buen amigo de la naturaleza. Tu amor por el río no ha pasado desapercibido. Mañana, al amanecer, te esperaré en el mismo lugar donde siempre pescas."

Al despertar, se sintió emocionado. ¿Podría ser que la leyenda era real? Al llegar al río, observó el agua cristalina reflejando el sol. De repente, notó un destello dorado bajo la superficie. Se acercó, y un magnífico pez dorado apareció.

"¡Wow! ¡Eres real!" - exclamó Luis.

"Así es, Luis. Has cuidado de mí y de mi hogar. Como recompensa, quiero darte un deseo. ¿Qué deseas?" - le preguntó el pez.

Luis pensó por un momento y dijo:

"Deseo que todos en el pueblo aprendan a cuidar el río y a respetar la naturaleza, para que todos podamos disfrutar de su belleza por siempre."

El pez dorado sonrió y, con un suave movimiento de su cola, convirtió el agua en un brillante arcoíris de colores. El río ahora brillaba más que nunca, y todos en el pueblo comenzaron a cuidar su entorno.

Desde entonces, el río dorado se convirtió en un símbolo de unidad y respeto en el pueblo. Luis había aprendido que la verdadera riqueza no estaba en atrapar al pez dorado, sino en cuidar de su hogar y de quienes lo rodeaban.

La leyenda se siguió contando a lo largo de las generaciones, motivando a los niños a cuidar su entorno, respetar la naturaleza y trabajar siempre en equipo para lograr un mundo mejor.

FIN.

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