La llama de Sofía


Había una vez en un pequeño pueblo de montaña, una niña llamada Sofía que vivía rodeada de nieve y frío durante todo el año.

A pesar de abrigarse bien con su bufanda tejida por su abuela y sus guantes rojos, siempre sentía que el frío abarcaba su cuerpo de pies a cabeza. Un día, mientras caminaba por el bosque nevado, Sofía se encontró con un hada mágica.

El hada le dijo: "Querida Sofía, veo que el frío te ha atrapado por completo. Pero no temas, tengo algo especial para ti". Con un toque de su varita mágica, el hada creó una llama brillante y cálida en la palma de la mano de Sofía.

Sofía se sorprendió al ver cómo la llama ardiente no quemaba su piel, sino que la envolvía en un calor reconfortante. Desde ese momento, llevaba consigo la llama mágica dondequiera que fuera, protegiéndola del frío implacable.

Sin embargo, un día oscuro y ventoso, un malvado duende decidió robarle la llama a Sofía. Se acercó sigilosamente por detrás y sopló con todas sus fuerzas para apagarla. Al instante, Sofía sintió cómo el frío volvía a abrazarla con fuerza.

Desesperada pero valiente, decidió emprender un viaje para recuperar su llama mágica.

Por el camino se encontró con diferentes criaturas del bosque que le ofrecieron ayuda: un zorro astuto le indicó el camino correcto; un búho sabio le dio consejos sobre cómo enfrentar al duende; y finalmente, una ardilla traviesa distrayó al duende mientras ella recuperaba su llama.

Al fin reunida con su fuente de calor nuevamente encendida, Sofía comprendió que debajo de toda esa capa de frío había encontrado una fortaleza interior inquebrantable. Agradecida con las criaturas del bosque por su ayuda desinteresada, regresó a casa decidida a compartir su experiencia con los demás niños del pueblo.

Desde ese día en adelante, Sofía se convirtió en la guardiana del fuego sagrado del pueblo. Cada noche encendía una hoguera en la plaza central donde todos podían calentarse y compartir historias alrededor del calor reconfortante.

Y así fue como gracias a la valentía y determinación de Sofía, el frio ya no abarcaba solo su cuerpo sino también los corazones de todos aquellos que aprendieron a valorar el calor humano en medio del invierno eterno.

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