La llave dorada del corazón



Matías abrió los ojos y se encontró en un lugar desconocido. No había nadie más allí, solo él. Se levantó y empezó a caminar para explorar su nuevo entorno.

De repente, escuchó un ruido extraño detrás de una puerta cerrada. Matías decidió abrirla con precaución y descubrió una sala llena de juguetes antiguos. - ¡Qué genial! - exclamó Matías mientras examinaba cada uno de ellos. Pero cuando intentó salir de la sala, la puerta estaba cerrada.

Intentó abrirla varias veces sin éxito. - ¿Cómo voy a salir? - se preguntaba Matías preocupado. Entonces, notó que algunos juguetes estaban moviéndose solos.

Uno de ellos era un pequeño tren que comenzó a avanzar hacia él por sí solo. - ¿Qué está pasando aquí? - murmuró Matías alarmado mientras retrocedía lentamente. De repente, el tren se detuvo frente a él y una voz misteriosa le habló:- Hola Matías, bienvenido al mundo de los juguetes olvidados.

Aquí encontrarás muchos amigos nuevos si eres amable con ellos. Matías no podía creer lo que estaba pasando pero decidió seguir las instrucciones del tren parlante. Empezó a jugar con los demás juguetes y pronto se hizo amigo de todos ellos.

Sin embargo, después de varios días atrapado allí, Matías empezaba a extrañar su hogar y su familia. Decidió buscar una forma de escapar del mundo mágico de los juguetes olvidados.

Fue entonces cuando recordó un juguete que había encontrado en la sala de los juguetes. Era una llave dorada con forma de corazón. - ¡La llave! - exclamó Matías emocionado al recordarla. Corrió hacia la puerta y probó la llave.

¡Funcionó! La puerta se abrió y Matías salió corriendo del mundo mágico de los juguetes olvidados. Cuando despertó, estaba en su cama, rodeado por sus padres y hermanos que lo miraban preocupados. - ¿Qué pasó? - preguntaron todos a la vez.

Matías les contó todo lo que había vivido en el mundo de los juguetes olvidados y les enseñó la llave dorada con forma de corazón como prueba.

A partir de ese día, Matías aprendió a valorar más sus juguetes y a cuidarlos para que nunca fueran olvidados. Y cada vez que visitaba su sala de juegos, se aseguraba de saludar a todos sus amigos del mundo mágico de los juguetes olvidados.

FIN.

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