La llegada de Lío y Lía



Había una vez una niñita llamada Sofía que vivía en un cálido y colorido hogar con su mamá y su papá. Sofía era muy feliz, pero había algo que le preocupaba. Su mamá le había dicho que iba a tener un hermanito. "¿Y si no le gusto?" pensaba. De pronto, un día, su mamá anunció:

"Sofía, hoy vamos a conocer a tus hermanitos."

Sofía se sintió un revuelo en su pancita. Conocería a sus hermanos. Al llegar al hospital, su corazón latía rápido, pero no sabía por qué. Cuando entraron, vio que su mamá sonreía, y el papá parecía un poco nervioso.

"¿Dónde están?" preguntó Sofía, mirando a todos lados.

"Todavía están llegando, pero ya van a estar aquí. ¡Estás a punto de conocer a tu hermano y tu hermana!" respondió su papá.

Dio un paso hacia adelante y vio a una enfermera que empujaba una cuna. Dentro había dos pequeños bultos envueltos en mantitas. Sofía se acercó con cautela.

"¡Mirá, Sofía!" exclamó su mamá, emocionada. "Estos son Lío y Lía."

Sofía se sorprendió. Por un momento, se olvidó de sus dudas. Lío tenía un gorro azul, y Lía uno rosa.

"Hola, Lío. Hola, Lía. Yo soy tu hermana Sofía" dijo con una sonrisa.

Pero a medida que pasaron los días, Sofía empezó a notar que las cosas no eran tan fáciles como creía. Sus padres estaban ocupados cuidando a los pequeños, y Sofía se sentía un poco sola.

"Mamá, quiero jugar contigo" le dijo un día.

"No puedo ahora, Sofía, Lía está llorando. Pero podríamos jugar más tarde."

Eso hizo que Sofía se sintiera un poco triste. Pero un día, mientras estaba en la sala de juegos intentando jugar sola, se imaginó algo.

"¿Y si puedo ser la mejor hermana del mundo?" pensó. "Quizás si ayudo a mamá con Lía y Lío, podré jugar con ellos más tarde."

Así que Sofía decidió ayudar. Comenzó a traerle pañales a mamá, a elegir los juguetes para Lía y Lío, y a cantarles canciones.

"¡Buenos días, Lía!" dijo mientras le movía los deditos. El sol brillaba afuera y Sofía sentía que su corazón se llenaba de alegría.

Un día, mientras estaba jugando con sus muñecos, escuchó a Lío reír.

"¡Mirá! ¡Lío está riendo!" exclamó.

"Sí, Sofía. Él te está viendo y le encanta lo que haces," respondió su papá.

Y fue entonces cuando a Sofía le dio una idea. ~"¿Quizás si hacemos una actividad con los tres, podemos jugar juntos?"~ pensó.

Decidió hacer un desfile. Con las almohadas hiciieron una pasarela, y con su mejor vestido, organizó a Lía y Lío.

"¡Listo! ¡Ahora pueden ser mis modelos!" anunció mientras posaba como una estrella.

"¡Sofía! ¡Sos una gran hermana!" dijo su mamá, muy orgullosa.

Hasta los pequeños aplaudieron con sus manitos. Sofía sintió que era una de las mejores actividades que podía haber hecho. En esos momentos, comprendió que no solo tenía que adaptarse a los cambios, sino que podía ser parte de ellos.

Pasaron los días y lo que comenzó como un temor se transformó en una aventura. Cada día descubrían algo nuevo juntos. Lío le mostraba a Sofía cómo hacías caras graciosas y Lía la ayudaba a construir torres con bloques.

Un día, Lía por primera vez le dijo:

"¡Sofí!" con una gran sonrisa. Y Sofía, llena de emoción, se dio cuenta que aunque fueran pequeños, sus hermanos también la querían mucho.

"Podemos ser tres amigos para siempre. ¡Qué divertido!"

Y así, Sofía dejó de sentir miedo y empezó a disfrutar cada día con Lío y Lía. Para Sofía, el amor en su hogar creció y el temor se desvaneció, convirtiéndose en alegría y complicidad.

Desde entonces vivieron felices, creando historias juntos, dándose abrazos y riendo hasta que la noche llegaba y era hora de dormir.

Y así se dieron cuenta que no importa cuántos hermanitos lleguen, siempre puede haber espacio para más amor y risas en el hogar.

Fin.

FIN.

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