La Llorona y el Valor de la Amistad
En el pequeño pueblo de Tamalameque, donde las calles son coloridas y la alegría de sus habitantes resuena en el aire, había una leyenda que todos conocían: la de La Llorona. La Llorona era una mujer que solía vagar por las calles en busca de sus hijos perdidos, pero, a diferencia de lo que contaban las historias, no se trataba de un ser aterrador, sino de una madre que solo quería amor y compañía.
Un día, tres amigos: Mica, un niño inquieto y curioso; Pato, el más temeroso pero valiente en el fondo; y Lila, la más creativa del grupo, decidieron aventurarse a encontrar a La Llorona y descubrir la verdad detrás de la leyenda.
"¿Y si nos encontramos con la Llorona? ¡Me muero de miedo!" - dijo Pato, temblando un poco.
"No te preocupes, Pato. Vamos a demostrar que no hay que tenerle miedo a lo desconocido. Siempre hay que buscar el lado bueno de las cosas" - le respondió Mica, con una gran sonrisa.
"Igual, un poco de miedo no está mal. Eso significa que estamos aprendiendo a ser valientes" - agregó Lila, dibujando una pequeña flor en su cuaderno.
Así, los tres amigos se adentraron en el bosque que rodeaba el pueblo, donde se decía que La Llorona paseaba al atardecer. Mientras caminaban, empezaron a escuchar un eco lejano. Era una melodía triste que resonaba entre los árboles.
"¿Escucharon eso?" - preguntó Pato, casi susurrando.
"Sí, creo que puede ser ella. Vamos a seguirla" - dijo Mica, decidido.
Al acercarse, vieron una figura que se iluminaba suavemente bajo la luz de la luna. Al llegar a su altura, vieron que era una mujer con cabello largo y desordenado, pero sus ojos tenían un brillo especial.
"Mamá, ¿sos vos?" - preguntó Mica, confundido pero compasivo.
"No, pequeños. Soy La Llorona, pero no vengo a asustarlos. Estoy aquí porque mis hijos se fueron y solo quiero que jueguen conmigo" - explicó la mujer, con una voz melancólica pero dulce.
Pato, quien al principio había temido por su encuentro, sintió un profundo deseo de ayudarla.
"Pero... ¿Cómo podemos ayudarte?" - preguntó, entre nervios y curiosidad.
"Solo necesito un poco de amor. Mis hijos están en el corazón de quienes los recuerdan con cariño. Vamos a jugar juntos, y si me cuentan sobre sus sueños, sentiré que están conmigo" - respondió La Llorona.
Así, Mica, Pato y Lila pasaron una mágica tarde compartiendo sus sueños y risas. Juntos, jugaron al escondite, pintaron flores en el suelo y creando una hermosa melodía que resonó en el aire.
Con cada risa, La Llorona sonreía, y el miedo que sentían se desvaneció como la niebla al amanecer.
"Gracias, pequeños. Ahora puedo volver a casa con mi corazón lleno de alegría" - dijo La Llorona, con lágrimas de felicidad en sus ojos.
Con un susurro de despedida, la mujer se desvaneció dejando un rastro de luz. Desde aquel día, los tres amigos sabían que no debían temer a lo desconocido, pues cada ser tiene una historia que contar, y a menudo solo buscan amor y amistad.
A partir de esa noche, cuando el viento susurraba entre los árboles de Tamalameque, los niños ya no sentían miedo al hablar de La Llorona. En cambio, la recordaban como la madre amable que los enseñó a ser valientes, a valorar la amistad y a comprender el poder del amor.
Así fue como La Llorona se convirtió en una parte de la vida de los niños del pueblo de Tamalameque, y los tres amigos prometieron siempre recordar su historia.
Esa historia les enseñó que a veces solo necesitamos un poco de valor y amistad para enfrentar nuestros mayores miedos. Y así, el sol seguía brillando en el pequeño pueblo, y la risa de los niños podía escucharse en cada rincón.
La leyenda de La Llorona se transformó en un símbolo de amor y unidad, y todos aprendieron que al abrir el corazón se puede encontrar la verdadera magia en el mundo.
FIN.