La lluvia de chocolate



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, donde todos soñaban con un día mágico en el que lloviera chocolate. Los niños del pueblo pasaban horas mirando al cielo, deseando que sus sueños se hicieran realidad. Entre ellos estaban Lucía, una niña curiosa, y sus amigos Tomi y Sofía.

Un día, mientras jugaban en el parque, Lucía lanzó al aire:

"¿Te imaginás si lloviera chocolate? Sería increíble, ¡podríamos hacer las casas de chocolate!"

Sofía, con una gran sonrisa, respondió:

"Y podríamos hacer una fuente de chocolate en la plaza. Todos tendríamos dulces para siempre!"

Tomi, más realista, observó:

"Pero, ¿no sería un lío? El chocolate se derrite y podría traer problemas."

Los amigos comenzaron a discutir sobre lo que podría suceder si esa lluvia fuera real. De repente, una nube oscura apareció en el cielo, y en un parpadeo, comenzó a llover chocolate como nunca lo habían imaginado. Fue mágico. El suelo se cubrió de chocolate, y todos en Dulcelandia salieron corriendo a disfrutar de la lluvia.

"¡Esto es increíble!" gritó Lucía.

"¡Mirá cómo se forma un charco de chocolate!" exclamó Sofía.

"No solo eso, miren cómo cambia todo: las casas, los árboles... ¡Todo se vuelve una maravilla dulce!" agregó Tomi emocionado.

Los habitantes comenzaron a aprovechar la lluvia: los adultos hacían bombones, los niños se llenaban de chocolate, y la plaza se convertía en un verdadero carnaval. Pero a medida que pasaban las horas, el chocolate comenzó a acumularse. La gente se dio cuenta de que no podían salir de sus casas porque el chocolate llegaba a las rodillas.

"¡Ay, no! Esto es un desastre!" dijo uno de los vecinos.

"La lluvia de chocolate es genial, pero se está convirtiendo en un problema. Necesitamos ayuda."

Lucía, Sofía y Tomi decidieron actuar. Se reunieron en el parque para pensar en una solución.

"Tenemos que pedirle ayuda a los más grandes del pueblo" propuso Tomi.

"Sí, podrían guiarnos y hacer algo juntos!" continuó Lucía.

"Podríamos hacer una cadena humana para romper el chocolate y racionalizarlos. ¡En vez de quedarnos en casa, hay que trabajar en equipo!" sugirió Sofía.

Así, los niños fueron de casa en casa pidiendo la ayuda de los adultos. Pronto, todos se unieron en la plaza. Formaron una gran cadena humana empujando el chocolate hacia las calles y haciendo figuritas y postres con lo que sobraba.

"¡Vamos, la lluvia de chocolate puede ser divertida si encontramos la manera de controlarla!" gritó Lucía mientras animaba a su comunidad.

"Sí, juntos podemos hacer que esto sea un recuerdo agradable y no un desastre" agregó Sofía.

Con mucho trabajo en equipo, la lluvia de chocolate se fue deshaciendo. Con el tiempo, Dulcelandia se transformó en un lugar de felicidad. Aprendieron que compartir y trabajar unidos era más importante que cualquier dulce que pudieran disfrutar. La experiencia les dejó una valiosa lección sobre la amistad y la colaboración. Cada vez que veían una nube de chocolate en el cielo, sonreían, recordando aquella mágica, pero caótica, lluvia de chocolate.

"Así que, cuando veamos esas nubes, recordemos lo que hemos aprendido. Siempre juntos, podemos superar cualquier reto!" dijo Tomi.

"¡Sí! Y más importantes que los dulces, son nuestros amigos y el trabajo en equipo!" concluyó Lucía con una gran sonrisa.

Desde entonces, cada vez que los tres amigos veían un día nublado, se abrazaban, sabiendo que juntos podrían enfrentar cualquier desafío. Y así, Dulcelandia nunca olvidó la lluvia de chocolate y todos los dulces recuerdos que habían creado juntos.

FIN.

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