La Lluvia de Helados y las Mariposas Valientes
En un colorido pueblo del corazón de Colombia, donde los ríos cantaban y las flores danzaban, vivía un niño llamado Daniel. Daniel era un niño muy inteligente, lleno de alegría y creatividad, pero lo que lo hacía verdaderamente especial era su increíble poder: podía volverse invisible. Esto lo había aprendido de su abuela, quien siempre decía que la invisibilidad era un don que debía usarse con responsabilidad y amor.
Un día, mientras exploraba el bosque detrás de su casa, Daniel descubrió algo impresionante: una especie de mariposas multicolores que nunca había visto antes. Eran tan hermosas que parecían sacadas de un cuento de hadas. Pero cuando se acercó a observarlas, notó algo inquietante. Un grupo de niños, con una gran red, estaban tratando de atraparlas.
"¡No! ¡Esas mariposas son libres!" - exclamó Daniel, pero nadie lo escuchaba. Entonces, decidió usar su poder y se volvió invisible.
Se acercó sigilosamente a los niños, que se reían y bromeaban.
"Chicos, no hagan eso. Las mariposas necesitan volar y ser libres." - dijo, con una voz temblorosa y firme.
Los niños miraban a su alrededor confundidos.
"¿Quién está hablando?" - preguntó uno de ellos, asustado.
Daniel continuó, dejándose llevar por su valor.
"Soy yo, Daniel. Y quiero que entiendan que cada mariposa que atrapan es una historia que se pierde, un mundo que se apaga."
Los niños, viendo que era su amigo, comenzaron a reírse.
"¡Eres tan raro, Daniel! ¡No puedes tratar de salvar a las mariposas!"
Pero Daniel no iba a rendirse. Con su invisibilidad, comenzó a volar alrededor de las mariposas, haciéndolas reír y danzar en un espectáculo mágico que cautivó a los niños. Las mariposas, con sus colores brillantes, parecían bailar al ritmo de un vals.
"¡Miren! ¡Ellas también quieren ser libres!" - gritó Daniel, mientras hacía malabares con las mariposas en el aire.
Los ojos de los niños comenzaron a brillar con asombro.
"¡Wow! ¡Eso es increíble!" - dijo una niña llamada Sofía.
"¿Pueden hacer eso porque son felices?" - preguntó otro niño.
Daniel decidió que era el momento para revelar su poder.
"A veces, la felicidad es estar libre. Y yo puedo ayudarles a entender eso. Puedo ser invisible, pero no lo seré para ustedes."
Un silencio envolvió a los niños. Poco a poco, Daniel se hizo visible nuevamente.
"¿Por qué no las dejamos volar y las observamos desde aquí?" - propuso.
Los niños asintieron, aún boquiabiertos. Así, se sentaron en un círculo y dejaron que las mariposas revolotearan a su alrededor.
"Ellas nos enseñan a ser creativos, a soñar en colores. ¿No es así?" - dijo Daniel con una sonrisa.
Los niños comenzaron a contar historias, a inventar juegos inspirados en la magia de las mariposas, y en esa tarde soleada aprendieron que respetar la naturaleza les traía aún más felicidad.
De repente, un insólito fenómeno ocurrió en el cielo. Nubes llanas y blancas comenzaron a reunirse, y en un giro de eventos, comenzó a llover helados de todos los sabores imaginables.
"¡Miren! ¡Helados!" - gritó Sofía, mientras todos los niños corrían a recogerlos.
Daniel, asombrado, los miró y tuvo una idea.
"¡Qué tal si hacemos un concurso! En vez de atraparlas, liberamos a las mariposas en el mismo día que comemos helados!"
"¡Brillante, Daniel! ¡Tú siempre tienes las mejores ideas!"
o Desde ese día, los niños del pueblo aprenderían a cuidar de las mariposas y se unirían para organizarlos con helados de colores, celebrando la libertad en cada bocado.
Cada vez que alguien atrapara una mariposa, pensaría en el valor de la libertad y en la sonrisa de Daniel, el niño invisible que les enseñó a ser valientes y respetar la naturaleza.
Y así, en una ciudad de Colombia donde todos danzaban con helados y mariposas, Daniel nunca dejó de ser un héroe que inspiró a a ser creadores de historia por siempre.
FIN.