La lluvia de la alegría
Fabiana se despertó con el sonido de la lluvia golpeando su ventana. Se levantó de la cama y miró por la ventana con una mueca de desagrado.
¡Hoy iba a ser un día gris y mojado! Pero no había tiempo que perder, así que se vistió con su uniforme escolar, se puso sus botas de agua amarillas y salió corriendo hacia la escuela.
Al llegar a la escuela, todos los chicos estaban revoloteando en el patio, saltando en los charcos y riendo bajo la lluvia. Fabiana se acercó al grupo de sus amigos que estaban discutiendo emocionados sobre qué hacer ese día. "¡Vamos a jugar al fútbol bajo la lluvia!", propuso Martín.
"¡Sí! ¡Y después podemos ir a buscar caracoles en el jardín!", agregó Sofía. Fabiana no estaba muy convencida. No le gustaba mojarse bajo la lluvia ni ensuciarse buscando caracoles.
Pero recordó algo que su abuelita solía decirle: "Los días grises también tienen su encanto, solo hay que saber encontrarlo". Así que decidió unirse a sus amigos en las actividades del día.
Jugó al fútbol bajo la lluvia, se ensució buscando caracoles e incluso cantaron canciones mientras esperaban a que parara de llover para poder disfrutar de un picnic en el patio. Poco a poco, Fabiana fue descubriendo lo divertido que podía ser un día lluvioso si uno estaba dispuesto a abrir su mente y probar cosas nuevas.
Se dio cuenta de que no importaba si el sol brillaba o si llovía, lo importante era disfrutar cada momento y encontrar alegría en las pequeñas cosas.
Al final del día, cuando regresaba a casa con los pies mojados pero el corazón contento, Fabiana sonrió para sí misma. Había aprendido una gran lección: nunca juzgar un día por su apariencia exterior, porque dentro de cada jornada gris puede esconderse una hermosa sorpresa esperando ser descubierta.
Y así, con esta nueva perspectiva, Fabiana estaba lista para enfrentar cualquier desafío que el futuro le tuviera preparado.
FIN.