La Loma del Profesor León



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Loma Alta, un profesor llamado León. Era un león de verdad, con una melena dorada y ojos brillantes, pero a menudo los animales y los niños de la loma decían que León era muy especial. No porque supiera realizar trucos de magia o porque pudiera volar, sino porque era un profesor que entendía a cada uno de sus alumnos, incluso a aquellos que más dificultades tenían para aprender.

Un día, mientras León preparaba su clase de matemáticas, recibió la visita de una pequeña tortuga llamada Tula. Ella se acercó tímidamente a la puerta del aula.

"¡Profesor León!" - dijo Tula con un hilo de voz. "Tengo un problema..."

"¿Qué sucede, Tula?" - preguntó León, sonriendo con calidez. "Es que las matemáticas me parecen más difíciles que escalar una montaña. No puedo sumar ni restar, y todos mis amigos me dicen que nunca lo lograré..."

León inclinó la cabeza hacia un lado y dijo: "Oh, Tula, aprender no es una carrera, es un viaje. Cada uno de nosotros tiene su propio ritmo. ¿Qué te parece si hacemos algo diferente hoy?"

"¿Diferente?" - se preguntó Tula, intrigada.

León llevó a todos sus estudiantes a una parte de la loma donde había un gran árbol, bajo el cual comenzaron a jugar.

"Hoy, aprenderemos sumas y restas... ¡a través del juego!" - exclamó León.

Los estudiantes, que incluían a un pato llamado Pipo y a una ardilla llamada Simi, miraron al profesor con curiosidad.

"Vamos a jugar a la tienda. Necesitamos más cosas para nuestra tienda. Si Pipo tiene dos manzanas y yo le doy tres más, ¿cuántas tiene ahora?" - preguntó León, mientras Pipo hacía un gesto de contar con sus patitas.

"Cinc... cinco manzanas!" - gritó Pipo, emocionado.

"¡Exacto!" - dijo León, aplaudiendo.

"Pero si Pipo tiene cinco y se come dos, ¿cuántas le quedan?" - preguntó León.

"Él debería... debería quedar con tres manzanas!" - dijo Tula, aumentando su voz, aunque con miedo de equivocarse.

"¡Sí! ¡Tienes razón, Tula!" - repitió León, emocionado por el ánimo de su estudiante.

El juego continuó y, mientras jugaban, Tula se dio cuenta de que no se trataba solo de números. Se trataba de divertirse mientras aprendían juntos. Sin embargo, a medida que el día avanzaba, Tula sintió que se le complicaba. Los números aún parecían desdibujarse en su mente.

Al notar que Tula se encogía de hombros y se distanciaba un poco, León se acercó a ella. "¿Qué te sucede, Tula?"

"Es que no puedo... no puedo comprenderlo como ustedes. Será que simplemente no soy buena en esto..."

"No se trata de ser bueno o malo, se trata de esforzarte y de preguntar cuando no entiendes. ¿Qué te parece si hacemos algo más?"

"¿Qué?" - preguntó Tula, alzando la vista.

"Construyamos un modelo de la tienda, así podremos visualizar mejor las sumas y las restas. Vamos a crear tu propia tienda de frutas con juguetes y dibujitos. Vamos a hacer que sea ¡grandiosa!"

Tula tenía una chispa de emoción en sus ojos. Junto a León y los otros amigos comenzaron a construir una tienda con cajas de cartón y colores. Mientras iban añadiendo juguetes y frutas de papel, también iban sumando los elementos y restando según hacían ventas ficticias.

Con cada número que sumaba o restaba, parecía que la confusión de Tula se disipaba. "Entonces, si le vendemos tres manzanas a Pipo, ¿cuántas quedan en la tienda?"

"Si teníamos diez, y vendimos tres, quedan… ¡siete manzanas, profesor!" - gritó Tula, sintiendo que había alcanzado una pequeña victoria.

El grupo festejó juntos la respuesta correcta, y Tula se sintió más segura.

"¡Mirá! Yo puedo hacerlo, solo necesitaba un poco de ayuda. Gracias, Profesor León. ¡Ahora quiero que sigamos jugando!"

Y así, bajo el gran árbol, los pequeños animales continuaron aprendiendo con risas y diversión. Tula aprendió que a veces, los caminos del aprendizaje pueden ser diferentes, pero eso no significa que no se puedan construir puentes hacia el conocimiento.

Con el tiempo, Tula no solo se volvió una hábil matemáticas, sino también una gran amiga de León y de todos los demás. Gracias al apoyo del profesor León, entendió que todo proceso de aprendizaje, aunque pueda parecer difícil al principio, es posible si se tiene paciencia y se trabaja en equipo.

Y así, todos en la Loma Alta aprendieron que cada uno tiene su propio ritmo y que la clave está en nunca rendirse, en apoyarse mutuamente y sobre todo, en disfrutar del camino hacia el conocimiento, porque aprender puede ser realmente divertido.

FIN.

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