La Lombriz que Quería Volar
Érase una vez una pequeña lombriz llamada Lola. Ella vivía en un hermoso jardín lleno de flores y plantas. Cada día, mientras se arrastraba por la tierra, miraba envidiosamente a los pájaros que volaban alto en el cielo azul.
"¡Oh, qué suerte tienen ellos!" - suspiraba Lola.
"¿Por qué no puedo volar yo también?"
Un día, mientras exploraba un rincón del jardín, Lola encontró un par de plumas brillantes y coloridas. Eran plumas de un pajarito que había perdido. Curiosa, decidió atarse las plumas a su espalda con una tirita de hierba. Al mirarse en un charquito, se sintió diferente y llena de emoción.
"¡Mirá! ¡Soy una lombriz con plumas!" - gritó feliz.
Impulsada por su entusiasmo, comenzó a deslizarse más rápido, con la esperanza de que las plumas la ayudarían a despegar. De repente, el viento sopló con fuerza.
"¡Ay, qué fuerte!" - gritó Lola, mientras se dejaba llevar por una ráfaga de aire.
Y, para su sorpresa, se levantó del suelo.
"¡Estoy volando!" - exclamó emocionada mientras flotaba por el aire.
Los pájaros la miraban con asombro.
"¿Qué hace una lombriz volando?" - preguntó uno de ellos.
"¡Estoy cumpliendo mi sueño!" - respondió Lola, llena de alegría. Pero a medida que ascendía, se dio cuenta de que no podía controlar su vuelo. Las plumas no eran lo que necesitaba para volar como los pájaros.
De pronto, una ráfaga más fuerte la llevó en una dirección diferente. Sin poder hacer nada, Lola cayó y aterrizó suavemente en un árbol.
"¡Qué emocionante! Pero no sé cómo volver al suelo" - decía mientras miraba alrededor, sintiéndose un poco asustada.
Desde lo alto del árbol, conoció a una sabia ardilla llamada Simón.
"Hola, pequeña lombriz. ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó Simón.
"Quería ser como los pájaros y volar, pero no sé cómo bajar" - respondió Lola, preocupada.
"Volar es un arte, y requiere práctica. Pero no te preocupes; yo puedo ayudarte" - ofreció Simón con una sonrisa.
Simón comenzó a narrarle cómo los pájaros se preparan para volar.
"Primero, debes tener confianza en tus habilidades. Luego, cada intento es una lección, no un fracaso" - le dijo.
Con la ayuda de Simón, Lola aprendió a deslizarse por las ramas, a چixar su cuerpo y a entender que a veces, volar no significa estar en el aire, sino saber cómo adaptarse y disfrutar de lo que se tiene.
Con el tiempo, Lola se dio cuenta de que podía —"volar" en su propio mundo, haciendo travesuras entre las hojas y disfrutando de los pequeños momentos del jardín.
"No necesito ser un pájaro para ser feliz" - concluyó.
Lola regresó a su hogar. Aunque ya no intentaba volar, sabía que siempre había un lugar especial para ella en el jardín. Y aunque sus plumas quedaron un poco desgastadas, su corazón seguía volando alto por las aventuras que había vivido. Aprendió que todos tenemos sueños diferentes, y que cada uno tiene su propia manera de brillar.
Desde entonces, Lola no solo disfrutó de su vida como lombriz, sino que también compartió sus enseñanzas con otros amigos del jardín. Les hablaba sobre la importancia de aceptar lo que uno es, de perseguir sus sueños, y sobre todo, de apreciar cada segundo de la vida, volando o no. Y así, el jardín nunca dejó de llenarse de risas y alegría, gracias a la pequeña lombriz que aprendió a ser feliz con lo que era.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.