La Lucha de Jara y la Sombra



En un bosque frondoso y lleno de vida, donde los árboles se alzaban como gigantes, habitaba una diosa llamada Jara. Su misión era cuidar y proteger cada rincón de ese lugar mágico. Jara tenía el poder de hacer florecer las plantas y de hablar con los animales. Cada mañana, sorprendía al sol con su risa melodiosa, mientras los pájaros la acompañaban con sus trinos.

Pero no todo era felicidad en el bosque. Una sombra oscura, conocida como Sombra, había llegado para perturbar la paz. Ella era una ingeniera de gran renombre, que, despojada de compasión por la naturaleza, estaba decidida a talar los árboles y construir una gran ciudad en ese espacio verde.

Una tarde, mientras Jara danzaba entre los troncos de los árboles, percibió el ruidoso motor de máquinas en el horizonte. Con el corazón en un puño, se dispuso a investigar. Al llegar, vio cómo Sombra dirigía a un grupo de trabajadores.

"¡¿Qué hacés aquí? ! ¡Este es mi hogar! ¡No podes destruirlo!" - exclamó Jara, desenfrenada por la rabia.

"¿Tu hogar? ¡Los humanos necesitan espacios para vivir y trabajar! ¡No puedo permitir que los árboles estén en mi camino!" - respondió Sombra, con desdén.

"¡Pero los árboles son vida! Sin ellos, el aire se contaminará, los animales perderán su hogar, y el bosque se convertirá en un desierto" - insistió Jara, intentando tocar el corazón de la ingeniera.

"No me importa. Los números y los planos son lo único que veo ahora. Y el futuro es para el progreso, no para la nostalgia" - replicó Sombra, mientras giraba la cabeza, desinteresada en las palabras de Jara.

Jara no se iba a dar por vencida. Así que decidió hacer algo ingenioso. Con un movimiento de sus manos, hizo que una corriente de viento soplara entre los árboles, provocando que las hojas danzaran y produjeran un murmullo mágico. Los animales comenzaron a congregarse, llenando el aire con su canto.

"¡Mirá, Sombra! Ellos también tienen una voz. ¿No ves cómo sufren con solo pensar que sus hogares están en peligro?" - dijo Jara, señalando a un grupo de pájaros que estaban alarmados.

La ingeniera, aunque escéptica, empezó a escuchar el clamor de los seres que habitaban el bosque. Pero estaba tan enfocada en su plan que decidió ignorar a Jara.

Para demostrar aún más su conexión con la naturaleza, Jara creó una lluvia suave y brillante que llenó de vida el lugar. Las flores brotaron, pintando el bosque con colores intensos; los animales se acercaban, creando un espectáculo que desconcertó a Sombra. Sin embargo, ella no se movió. Solo miraba con desdén.

Entonces, Jara decidió que debía mostrarle más. Con un poderoso grito, invocó a los espíritus del bosque. A su convocatoria, aparecieron luces titilantes que danzaban y contaban historias de amor, de vida, y de todo lo que el bosque representaba.

"¿Ves, Sombra? Esto no es solo un lugar, es un hogar, una vida, una historia. ¿Y si te digo que hay otra forma de construir sin dañar?" - preguntó Jara.

Sombra, que comenzaba a dudar, sintió una pequeña chispa de curiosidad.

"¿Otra forma? ¿Cómo?" - inquirió, sintiéndose intrigada pero aún dudosa.

"Podrías trabajar con nosotros, en lugar de contra nosotros. Vamos a construir una ciudad que se integre con el bosque, que proteja y respete a la naturaleza. Juntos podemos encontrar un equilibrio" - propuso Jara.

La ingeniera se tomó un tiempo para reflexionar. Recordó los días de su niñez, cuando jugaba entre los árboles y los ríos. La idea de destruir todo aquello le dolía más de lo que esperaba.

"Está bien, Jara. Estoy dispuesta a escuchar. Empecemos desde cero" - dijo Sombra, con una voz más suave y llena de esperanza.

Así, la diosa y la ingeniera trabajaron codo a codo. Junto a los humanos y los animales, crearon planes que respetaban el bosque, plantando nuevos árboles y construyendo hogares sostenibles, que incluso ayudaban a purificar el aire.

Con el tiempo, Jara y Sombra lograron que los humanos aprendieran a cuidar del medio ambiente, y el bosque floreció de nuevo, lleno de vidas diversas. Jara se convirtió en una leyenda, un símbolo de unión entre humanos y naturaleza.

Y así, el bosque siguió creciendo, uniendo corazones y protegiendo la vida, recordando siempre que el respeto y la colaboración son fundamentales para vivir en armonía con el mundo que nos rodea.

FIN.

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