La lucha por la insulina y el meteorito
Había una vez, en un país lejano, diez amigos diabéticos llamados Ana, Juan, Sofía, Carlos, Marta, Pedro, Laura, Luisa, Diego y Pablo. Ellos vivían en una pequeña aldea rodeada de montañas y bosques.
Un día la guerra llegó a su pueblo y los soldados se llevaron toda la insulina que necesitaban para sobrevivir. Los diez amigos estaban muy preocupados porque sabían que sin insulina no podrían controlar su diabetes. Pero aún así decidieron luchar por ella.
Se armaron con palos y piedras y fueron a buscar a los soldados para recuperar lo que les pertenecía. Al llegar al campamento militar vieron que había muchos soldados armados hasta los dientes.
Los diez amigos estaban asustados pero sabían que debían actuar rápido si querían salvar sus vidas. "¡Hola! Somos diabéticos y necesitamos nuestra insulina", dijo Ana con voz firme mientras levantaba las manos en señal de paz.
"No tenemos nada para ustedes", respondió el comandante de los soldados con desprecio. "Por favor señor, sin nuestra insulina podemos morir", suplicó Juan mientras temblaba de miedo. Pero el comandante no estaba dispuesto a escucharlos y ordenó a sus hombres atacar a los diez amigos diabéticos.
La pelea fue intensa pero finalmente lograron recuperar su preciada insulina. Sin embargo, cuando regresaban a casa con la victoria en sus manos notaron algo extraño en el cielo: un meteorito se acercaba peligrosamente hacia ellos.
Los diez amigos no sabían qué hacer, estaban atrapados entre la guerra y el inminente impacto del meteorito. "¡Vamos a morir aquí!", gritó Laura llorando de miedo. Pero entonces Carlos tuvo una idea brillante.
Recordó que había un barranco cercano donde podrían esconderse y protegerse del impacto del meteorito. "Rápido, siganme", dijo Carlos mientras corría hacia el barranco con sus amigos detrás de él. Llegaron justo a tiempo y se abrazaron fuertemente mientras esperaban el impacto.
Pero para su sorpresa, el meteorito pasó de largo sin causar ningún daño en la aldea. Los diez amigos diabéticos se miraron unos a otros con alegría y alivio. "Hicimos lo correcto al pelear por nuestra insulina", dijo Marta sonriendo.
"Y también hicimos lo correcto al ayudarnos mutuamente para sobrevivir", agregó Luisa con lágrimas en los ojos.
Desde ese día, los diez amigos diabéticos aprendieron la importancia de luchar por lo que necesitan sin perder su humanidad y compasión por los demás. Y así, vivieron felices para siempre en su pequeña aldea rodeada de montañas y bosques.
FIN.