La luciérnaga que no tenía luz en su interior



En un profundo bosque, donde los árboles susurraban secretos al viento y el murmullo de un riachuelo encantaba a todos sus habitantes, vivía una luciérnaga llamada Luma. Sin embargo, había algo muy especial sobre Luma: a diferencia de las demás luciérnagas, ella no tenía luz en su interior.

Cada noche, cuando el sol se escondía y la luna iluminaba el cielo, sus amigos empezaban a brillar con colores vibrantes, llenando el aire con un resplandor mágico. Pero Luma se sentaba en una rama, observando en silencio.

"¿Por qué no brillo como ustedes?" - preguntó Luma con tristeza a sus amigas, las luciérnagas.

"No te preocupes, Luma. Tal vez un día tu luz surgirá. Hasta entonces, ¡diviértete con nosotras!" - le respondió una de ellas con una sonrisa.

Sin embargo, cada noche, Luma se sentía más sola. Mientras sus amigas danzaban en el aire, ella se quedaba quieta, anhelando tener su propia luz. Un día, cansada de no brillar, decidió buscar ayuda. ¿Tal vez el sabio búho, que solía dar consejos a todos, podría ayudarla?

Cuando Luma encontró al búho, él la miró con ojos sabios y atentos.

"Querido Búho, no puedo brillar como las otras luciérnagas. ¿Puedes ayudarme?" - le suplicó Luma.

"No todos brillan de la misma manera, querida Luma. La luz está dentro de cada uno, pero a veces se necesita un pequeño empujón o, quizás, un poco de tiempo. ¿Qué piensas hacer?" - contestó el búho mientras giraba su cabeza.

Luma pensó por un momento. Su mente viaje hacia un deseo tan ardiente de brillar. Decidió que, aunque no tenía luz, podía hacer algo bueno por los demás. Así que se fue a ayudar a los animales del bosque.

Caminó por el bosque y vio a un pequeño pájaro que había caído de su nido.

"¡Hola! ¿Te puedo ayudar?" - le dijo Luma al pájaro.

"¡Por favor! No puedo volver a mi nido, no sé volar aún..." - respondió el pajarito asustado.

Luma, sin dudar, buscó una hoja grande y la usó como un pequeño plano inclinado. El pájaro subió y, con un empujoncito, logró volver a su hogar. El pajarito estaba tan contento que le dijo:

"Eres la luciérnaga más valiente que jamás conocí. ¡Gracias!" - y entonces agitó sus alitas en señal de gratitud.

Motivada por esa experiencia, Luma continuó ayudando a otros. Ayudó a una tortuga a cruzar el camino y a un conejo a encontrar refugio durante una tormenta.

Una noche, mientras ayudaba a un grupo de animales a cruzar un río, Luma sintió una calidez en su interior. Cuando todos llegaron a la otra orilla, se dio cuenta de que había comenzado a brillar. Era un destello tenue, pero brillante, como la luz de una estrella.

"¡Miren!" - exclamó un ratón "Luma está brillando!"

"¡Lo lograste, Luma!" - gritó una de sus amigas luciérnagas, volando alrededor de ella.

Luma sonrió, llena de alegría.

"Nunca pensé que podría tener mi propia luz. Solo quería ayudar a los demás." - dijo, sorprendida.

A partir de esa noche, Luma descubrió que su luz brillaba más intensamente cuando ayudaba a otros. Aprendió que, aunque al principio se sentía diferente, tener luz no era lo único importante; lo que realmente importaba era el amor y la bondad que llevamos dentro.

Ahora, Luma volaba junto a sus amigas, pero lo hacía con una luz especial: la luz de la bondad y el amor. El bosque encantado nunca estuvo tan iluminado.

Y así, la luciérnaga que no tenía luz en su interior brilló más que nunca, no solo en el cielo de la noche, sino en los corazones de todos los que la rodeaban.

FIN.

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