La luciérnaga salvadora



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de bosques, un grupo de amigos muy traviesos y valientes: Juancito, Sofi, Martín y Vale. Les encantaba jugar juntos y explorar cada rincón del lugar.

Un día, decidieron hacer algo diferente: ¡jugar en el bosque de noche! - ¿Están seguros de que quieren hacerlo? -preguntó Juancito con emoción. - ¡Sí! Será como una gran aventura nocturna -respondió Martín entusiasmado.

Con linternas en mano y mucha valentía en sus corazones, los cuatro amigos se adentraron en el oscuro bosque. Al principio todo parecía normal, pero a medida que avanzaban, empezaron a escuchar sonidos extraños y ver sombras moviéndose entre los árboles. - ¿Escucharon eso? -susurró Vale nerviosa.

- Tranquila, seguro son solo animales del bosque. Sigamos adelante -dijo Sofi tratando de calmarla. De repente, se encontraron con un puente antiguo y misterioso que cruzaba un arroyo.

Parecía sacado de un cuento de hadas, pero algo les decía que debían tener cuidado al cruzarlo. - Debemos ser valientes y pasar juntos -dijo Juancito con determinación. Uno a uno fueron cruzando el puente hasta llegar al otro lado sin problemas.

Pero al mirar hacia atrás, descubrieron que el puente había desaparecido por completo. Estaban atrapados en la parte más profunda del bosque de noche. - ¡Oh no! ¿Y ahora qué hacemos? -exclamó Martín preocupado. De repente, una luz brillante apareció frente a ellos.

Era una luciérnaga gigante que los guiaba hacia un camino desconocido pero lleno de magia y misterio. - Síganme si quieren regresar a casa sano y salvo -dijo la luciérnaga con voz suave pero firme.

Los niños decidieron confiar en la luciérnaga y la siguieron por senderos iluminados por estrellas fugaces y cantos de pájaros nocturnos. Finalmente llegaron a la salida del bosque justo antes del amanecer. - ¡Lo logramos! Gracias por ayudarnos -agradeció Sofi emocionada mientras abrazaba a la luciérnaga luminosa.

Desde ese día, los cuatro amigos aprendieron una gran lección: la importancia de la valentía, la amistad y sobre todo, nunca subestimar el poder de la naturaleza.

Y aunque nunca más volvieron a jugar en el bosque de noche, siempre recordarían esa increíble aventura como parte de su historia compartida para siempre.

FIN.

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