La Luna Brillante
Había una vez, en un bosque encantado, una luna y un búho que eran los mejores amigos.
La luna siempre brillaba con su luz plateada en el cielo, mientras que el búho siempre se posaba en las ramas de los árboles y observaba todo lo que ocurría a su alrededor. Un día, la luna estaba triste porque había perdido su brillo. No importaba cuánto intentara iluminar el cielo, sus rayos se veían opacos y débiles.
El búho notó la tristeza de su amiga y voló hasta donde ella estaba. "Luna, ¿qué te pasa? Te veo muy apagada hoy", dijo el búho preocupado. La luna le contó que había perdido su brillo y no sabía cómo recuperarlo.
El búho pensó por un momento y tuvo una idea brillante. "¡Ya sé! Vamos a buscar al viejo sabio del bosque; él seguro sabe cómo ayudarte", exclamó emocionado el búho.
Así fue como la luna y el búho emprendieron juntos la búsqueda del viejo sabio del bosque. Después de mucho caminar entre árboles altos y arbustos espesos, finalmente encontraron a un anciano ermitaño sentado cerca de un río cristalino. "Viejo sabio, necesitamos tu ayuda", dijo el búho respetuosamente.
El anciano levantó la mirada hacia ellos con una sonrisa amable. "Dime qué les preocupa". La luna explicó su problema al viejo sabio quien escuchó atentamente y luego dijo: "Luna, tu brillo está en ti misma.
Solo necesitas recordar quién eres y lo brillante que puedes ser". La luna se sintió confundida, pero el búho la animó a seguir escuchando al sabio. "Luna, debes encontrar algo que te haga feliz y te llene de energía.
Si encuentras eso, tu luz volverá a brillar con fuerza", añadió el viejo sabio. La luna y el búho regresaron al bosque con una nueva esperanza.
La luna pensaba en qué podría hacerla feliz y recordó que le encantaba ver cómo los niños jugaban bajo su luz. Decidió organizar un gran festival para todos los niños del bosque. El búho ayudó a la luna a prepararlo todo: decoraron el lugar con luces de colores y dispusieron juegos divertidos.
Cuando llegó la noche del festival, los niños estaban emocionados por participar en las actividades. Cuando la luna apareció en el cielo aquella noche, su brillo era más intenso que nunca antes.
Los rayos plateados iluminaban cada rincón del festival y llenaban de alegría a todos los presentes. Los niños bailaban felices mientras miraban hacia arriba para admirar la hermosa luna brillante. La luna se sentía radiante de felicidad al ver cómo su luz hacía sonreír a todos aquellos pequeños corazones.
El viejo sabio había tenido razón, encontrando algo que la hiciera feliz, la luna recuperaría su brillo perdido.
Desde entonces, todas las noches la luna seguía iluminando el cielo con su luz brillante, recordando a todos que siempre hay algo en nosotros que nos hace brillar. Y el búho siempre estaba a su lado, recordándole lo especial que era.
Y así, la luna y el búho continuaron siendo los mejores amigos, compartiendo momentos de felicidad y ayudándose mutuamente a encontrar su brillo interior.
FIN.