La Luna en un Cucharón
Érase una vez una tortuga llamada Luna, que vivía en el fondo de un lago cristalino. Desde su hogar, siempre miraba hacia arriba y se preguntaba: "¿A qué sabe la luna?"-
Sus amigos del lago, como el pez, la rana y el patito, también se intrigaban sobre la luna. "Me encantaría probarla, pero está muy lejos"-, decía el pez, saltando con emoción. "¡Yo tengo una idea!"-, exclamó la tortuga. "¿Y si le pedimos ayuda a todos los animales del bosque para llegar a ella?"-
Así que, después de hacer una reunión, todos los animales se pusieron manos a la obra. Formaron una cadena humana, uno sobre otro, desde el borde del lago hasta el cielo. El más fuerte, el oso, se puso de pie al final, mientras que la tortuga, emocionada, comenzaba la escalera.
"¡Yo puedo subir más alto!"-, decía el pájaro mientras volaba de un lado a otro. "Y yo, yo soy el más pequeño. Tal vez pueda hacer equilibrio y llegar más lejos"-, decía el ratón, temblando de emoción y un poco de miedo al mismo tiempo.
Los animales, uno a uno, iban subiendo. El ciervo, con sus largas patas, se esforzaba por encontrar el último escalón. Cuando todos llegaron a lo más alto, el último, el ratón, se animó.
"¡Yo puedo!"-, gritó con valentía. "Iré a buscar un pedacito de luna"-
El ratón se aferró bien y subió con cuidado. Pero, en el esfuerzo, la escalera empezó a tambalearse. "¡Cuidado!"-, gritó la tortuga desde abajo. Todos los animales se pusieron nerviosos, pero el ratón no se rindió.
"¡No se preocupen!"-, dijo, "¡Puedo hacerlo!"- Con mucho esfuerzo, alcanzó la luna y, con gran destreza, logró tomar un pequeño pedacito brillante que resplandecía como un espejo.
"¡Lo tengo!"-, exclamó, emocionado. "¡Bájalo!"-, gritaron los animales, llenos de expectativa. Pero al querer desandar el camino, la escalerita volvió a balacear.
"¡Aguanten!"-, pidió el ratón, buscando el equilibrio. Finalmente, logró bajar con calma y todos los animales se alegraron al verlo regresar.
"Ahora, a probarlo!"-, propuso la tortuga.
Tomaron el trozo de luna y, juntos, lo compartieron en un gran banquete, disfrutando de su sabor dulce y fresco. "¡Aroma a noche y estrellas!"-, dijo el pez, mientras todos la elogiaban.
Cada uno probó un pedacito y, entre risas y alegrías, descubrieron que la luna tenía un sabor único que les hacía sentir felices.
"Ver las cosas desde arriba hizo que los sueños se acercaran"-, reflexionó la tortuga, sabiendo que lo que realmente había probado era la unión y la amistad.
Desde entonces, cada vez que miraban la luna, recordaban aquella noche mágica en que se unieron para alcanzar un sueño, recordándoles que, juntos, ¡podían lograr lo que se proponían!
Así, la tortuga, el ratón, y todos los animales siguieron viviendo en armonía y amistad, sabiendo que los sueños son más accesibles cuando se comparten.
FIN.