La Luna Mágica del Bosque Encantado
Había una vez, en un rincón del mundo donde el sol brillaba y las estrellas titilaban con fuerza, una niña llamada Lila. Lila era curiosa y soñadora, y pasaba sus días explorando el bosque cercano a su casa, donde cada árbol contaba historias antiguas y cada animal era un amigo en quien confiar.
Una tarde, mientras jugaba entre los arbustos, Lila levantó la vista y se quedó maravillada al ver la luna llena brillando con una luz especial. Era un espectáculo que nunca había presenciado antes. Intrigada, decidió acercarse al claro del bosque, donde la luna parecía danzar entre las hojas.
"Reverencia a la Luna, danzadora en el cielo", murmuró Lila mientras se acercaba. Al llegar al claro, se encontró con un círculo de flores que parecían brillar a la luz lunar. En el centro, había una bruja con una larga capa oscura, pero su rostro era amable y su sonrisa, cálida.
"¡Hola, pequeña! Soy Bruna, la guardiana del bosque. ¿Qué te trae aquí, a la luz de la luna?" -dijo la bruja,
Lila, un poco asustada, respondió:
"Vine a explorar y la luna me llamó. Me parece mágica. ¿Es verdad que puedes hacer hechizos?"
"Así es, Lila. La luna es una fuente de magia, y yo la cuido. Pero esta noche no sólo soy yo quien tiene un secreto. También hay un hada llamada Lume que vive en este bosque y tiene un don muy especial. ¡Te la voy a presentar!" -dijo Bruna, moviendo su varita.
De repente, un destello de luz apareció, y de entre las flores emergió Lume, un hada con alas brillantes que reflejaban la luz de la luna.
"¡Hola, Lila! He estado observándote desde lejos. Eres muy valiente por venir aquí" -dijo Lume con una voz suave como el viento.
"Gracias, Lume. Pero, ¿qué don especial tienes?" -preguntó Lila, fascinada.
"Puedo hacer que los deseos se hagan realidad, siempre que sean deseos de corazón. Pero ten cuidado: no todos los deseos son lo que parecen. Tienes que pensar bien para qué quieres que se cumplan" -advirtió Lume.
Lila pensó en sus deseos. Ella siempre había querido volar, para explorar el mundo desde arriba. Entonces se atrevió a pedir:
"Quiero volar como un pájaro, para ver todo desde el cielo."
Lume sonrió y agitó su varita.
"¡Deseo concedido! Pero recuerda, después de una hora, retomarás tu forma original" -dijo la hada.
Al instante, Lila sintió cómo sus pies se levantaban del suelo. Con un batir de alas que nunca había tenido, se elevó sobre el bosque.
"¡Soy una pájara!" -gritó feliz, volando entre las ramas y sobre las copas de los árboles. Pero pronto, mientras se deslizaba entre las nubes, se dio cuenta de que no todo era tan fácil como parecía.
"¡Lume! No sé cómo regresar..." -gritó, asustada, al notar que el bosque ya se veía pequeño desde arriba.
Bruna, que la observaba desde el suelo, intervino:
"Solo necesitas desear volver a tu forma original, Lila. Tu corazón sabe lo que quiere. ¡Hazlo!"
Lila cerró los ojos y pensó en su hogar, en su familia, en jugar con sus amigos y ser la niña que siempre había sido. Pronto, sintió un suave tamborileo en su pecho,
"¡Quiero regresar!" -exclamó con todas sus fuerzas. En un instante, volvió a ser la niña que era.
Al aterrizar en el claro, tanto Bruna como Lume la miraron con admiración.
"Has aprendido una valiosa lección, Lila. A veces, los deseos pueden ser un tanto engañosos. Lo que realmente importa es tu esencia y cómo eliges ser" -dijo Bruna.
"Y que siempre puedes encontrar magia en lo cotidiano, sin necesidad de volar. La luna siempre brilla para aquellos que tienen fe en sí mismos" -agregó Lume.
Lila sonrió, entendiendo el mensaje. Desde entonces, cada vez que miraba la luna, recordaba la aventura mágica que había vivido y cómo había aprendido a apreciar quién era, sin necesidad de convertirse en otra cosa.
Y así, Lila siguió explorando el bosque, siempre con un brillo especial en sus ojos, sabiendo que la verdadera magia estaba dentro de ella y que cada estrella, cada hoja, y cada susurro del viento contaban una historia mágica por descubrir.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.