La Luna Remolona
En un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos, vivía una niña llamada Sofía. Cada noche, antes de irse a dormir, miraba por la ventana de su habitación. Sus ojos se iluminaban al ver la luna brillar en el cielo.
- ¡Mirá, Luna! -exclamaba Sofía, moviendo su manita hacia la ventana. -Te veo asomarte, tan hermosa como un faro en la oscuridad.
Pero, un día, la luna decidió volverse remolona. En lugar de aparecer toda la noche, se ocultaba detrás de las nubes, y dejaba a Sofía a la espera.
- ¡Oh, Luna! ¿Por qué te escondés? -preguntó Sofía, un poco triste. -Nadie puede dormir si no te vemos.
La luna, con su voz suave y melodiosa, respondió:
- Sofía, a veces me gusta jugar al escondite. Pero tengo un secreto... ¡No puedo ser remolona por mucho tiempo! ¡Necesito que todos aprendan a ser pacientes!
Intrigada, Sofía decidió que debía ayudar a la luna a no ser remolona. Invitó a sus amigos, Juan y Lucía, a unirse a su búsqueda para hacer que la luna se mostrara otra vez.
- ¡Tenemos que encontrar la manera de que la luna deje de esconderse! -dijo Sofía con entusiasmo.
- ¿Y si hacemos una canción? -sugirió Juan.
- ¡Sí! -respondió Lucía con una gran sonrisa. -Vamos a crear una melodía tan hermosa que hará que la luna quiera salir.
Pasaron horas en el parque, creando una canción que hablaba de la luna, de sus destellos y cómo iluminaba sus vidas. Al caer la noche, se prepararon para cantarla bajo el cielo estrellado.
- Una, dos, tres... ¡a cantar! -gritó Sofía.
Comenzaron a cantar con toda su energía, llenando el aire con sus risas y melodías. Pero, para su sorpresa, la luna seguía escondida. De repente, se escuchó un ligero murmullo de nubes que se corrían. Sofía se sintió un poco desanimada.
- ¿Y si hacemos algo más? -propuso Juan. -¡Podemos hacer una linterna con papel y luces para iluminar el cielo y atraerla!
Lucía y Sofía asintieron con entusiasmo. Pasaron el resto de la noche armando su linterna. Cuando terminó, encendieron la luz y la elevaron al cielo, como un faro buscando a la luna.
- ¡Mirá cómo brilla! -dijo Sofía, esperanzada.
Pero la luna seguía jugando a esconderse. Entonces, Sofía tuvo otra idea:
- ¿Y si hacemos una fiesta de luces? ¡Podemos invitar a todos los niños del pueblo a que traigan sus linternas y globos!
Emocionados, los tres amigos corrieron por el pueblo, invitando a todos a la gran fiesta de luces. Aquella noche, el parque se llenó de risas, colores y luces brillantes. Sofía, Juan y Lucía cantaron su canción una vez más. Pero algo mágico comenzó a suceder.
De repente, una brisa suave sopló y las nubes empezaron a despejarse. La luna apareció, grande y hermosa en todo su esplendor. Brillaba como nunca antes, iluminando a todos los niños del pueblo.
- ¡Lo logramos! -gritó Sofía, saltando de alegría. -La luna no está remolona después de todo, solo necesitaba un poco de diversión.
La luna sonrió y les dijo:
- Gracias, pequeños. ¡Me encanta ver cómo se divierten y se ayudan para iluminar la oscuridad! La paciencia es una virtud, pero también lo es el trabajo en equipo.
A partir de ese día, la luna nunca volvió a ser remolona. Sofía, Juan y Lucía se hicieron muy buenos amigos de la luna. Cada noche, miraban hacia el cielo, sabiendo que, aunque a veces se escondiera tras las nubes, siempre regresaría para iluminar sus sueños y recuerdos.
Así aprendieron que en la vida, la espera puede ser emocionante si se hace con amigos y creatividad. La luna, por su parte, se convirtió en la guardiana de los sueños de los niños, recordándoles que ser pacientes y trabajar juntos trae siempre grandes recompensas.
FIN.