La Luna y su Hijo
Había una vez, en un claro del cielo, una madre luna que iluminaba la noche con su brillo plateado. Ella tenía un hijo llamado Estrellín, un pequeño y travieso estrellita que siempre soñaba con explorar el universo. Estrellín pasaba sus días girando alrededor de su madre, pero su corazón anhelaba aventurarse más allá del cielo.
Una noche, mientras la luna tejía suaves nubes, Estrellín se acercó y le dijo:
"Mamá, quiero conocer el mundo que hay más allá de nuestras estrellas. He visto cosas maravillosas desde aquí y me muero de ganas de verlas de cerca".
La luna, con cariño, respondió:
"Estrellín, el universo es enorme y hermoso, pero también es un lugar lleno de sorpresas. Debes tener cuidado y estar siempre atento".
Estrellín, emocionado por la respuesta de su madre, decidió que era hora de partir.
"No te preocupes, mamá. Seré precavido y regresaré cada noche para contarte mis aventuras".
Con un gran destello, Estrellín se lanzó hacia el horizonte. Voló sobre montañas altas, ríos que brillaban bajo el sol y bosques llenos de criaturas danzantes. Se maravillaba con cada visión, pero algo dentro de él lo hacía sentir nostálgico. Extrañaba a su madre y el cálido resplandor que llenaba su hogar.
Una tarde, mientras exploraba un hermoso jardín de flores brillantes, conoció a un grupo de luciérnagas.
"Hola, pequeña estrella. ¿Qué haces tan lejos de casa?" preguntó una luciérnaga brillante.
"Estoy explorando el mundo", respondió Estrellín, "¡Es increíble! Pero a veces extraño a mi mamá".
"Lo entendemos. Aquí, cada vez que alguien se aleja de su hogar, siempre habrá algo que lo atraiga y lo haga querer regresar".
Las luciérnagas lo invitaron a jugar entre las flores. Bailaron y brillaron, haciéndolo sentir especial. Estrellín sonrió, pero en su corazón sabía que lo mejor siempre sería compartir esos momentos con su madre.
Con el paso de los días, las noches se fueron sucediendo, y la distancia de la luna comenzó a pesarle. Una noche, mientras contemplaba el cielo estrellado, se dio cuenta de que no había visto el rocío de la mañana, ni el canto de los pájaros al amanecer desde que partió. Se sintió triste y decidió que era hora de regresar a casa.
Cuando llegó al claro del cielo, su madre lo estaba esperando con una sonrisa.
"¡Estrellín! Volviste. Te extrañé tanto".
"Lo sé, mamá. He visto cosas maravillosas, pero nada se compara con estar aquí contigo".
La luna abrazó a su hijo, y juntos brillaron incluso más que antes, compartiendo historias de aventuras y sueños.
"Mira, mamá, puedo hacer esto!" Estrellín comenzó a girar rápidamente, iluminando el cielo con su luz.
"¡Eres brillante, mi amor! Ahora, cada vez que quieras explorar, recuerda que siempre seré tu hogar".
Estrellín sonrió, sabiendo que las aventuras no sólo estaban en el exterior, sino también en el amor y la conexión que sentía con su madre.
Desde ahora, Estrellín partía y regresaba cada noche, trayendo consigo historias para compartir, y aprendiendo que, aunque el mundo estaba lleno de maravillas, el viaje más importante era siempre regresar a casa, donde la luna lo esperaba con los brazos abiertos.
FIN.