La Luz de Celestita
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, donde todos los habitantes vivían en armonía y alegría. Un día, algo maravilloso sucedió: nació Celestita, una bebé muy amada por todos.
Celestita llegó al mundo en una noche estrellada, mientras la luna brillaba con todo su esplendor. Sus padres, Martina y Juan, la recibieron con los brazos abiertos y corazones rebosantes de amor.
Desde el primer momento, supieron que ella traería luz y felicidad a sus vidas. La noticia de la llegada de Celestita se esparció rápidamente por todo el pueblo, y pronto vecinos y amigos se acercaron para conocer a la dulce bebé. Todos quedaron maravillados por su mirada curiosa y su sonrisa encantadora.
Incluso los animales del bosque parecían celebrar su llegada, cantando melodías alegres bajo la luz de la luna. Los días pasaban y Celestita crecía feliz rodeada del cariño de su familia y amigos.
Aprendió a gatear persiguiendo mariposas en el jardín, a dar sus primeros pasos agarrándose de las manos de su abuelita Lola, y a decir sus primeras palabras jugando con su perrito Pelusa.
Un día, mientras paseaba por el bosque con su papá Juan, Celestita descubrió algo mágico: un árbol centenario con hojas brillantes que parecían susurrarle secretos al viento. Intrigada, se acercó al árbol y escuchó una voz cálida que le dijo:"Querida Celestita, tú eres especial.
Tienes el poder de hacer feliz a quienes te rodean con tu bondad y alegría. No temas ser diferente ni única; tu luz iluminará los corazones más oscuros". Celestita sonrió emocionada ante estas palabras tan sabias para alguien tan pequeña como ella.
Decidió compartir este mensaje con todos en Villa Feliz, así que organizó una fiesta en la plaza del pueblo para transmitirles lo que el árbol le había dicho. Cuando llegó el día de la fiesta, todos se reunieron entusiasmados para escuchar a Celestita.
Ella subió a un pequeño escenario improvisado y con voz clara les dijo:"Queridos amigos, hoy quiero recordarles lo especiales que son cada uno de ustedes. Todos tenemos dentro ese brillo único que nos hace ser quienes somos.
No tengamos miedo de mostrarlo al mundo". Las palabras de Celestita resonaron en los corazones de todos los presentes, quienes sintieron una profunda emoción al darse cuenta del valor que tenían como individuos únicos e irrepetibles.
Desde ese día en adelante, Villa Feliz se convirtió en un lugar aún más luminoso gracias a la presencia de Celestita y su mensaje de amor y aceptación hacia uno mismo y los demás.
La pequeña bebé seguía creciendo rodeada del cariño de todos quienes habían aprendido tanto gracias a ella.
Y así fue como Celestita demostró que no importaba cuán pequeños fuéramos o cuánto creyeran otros en nosotros; lo importante era creer en uno mismo y dejar brillar nuestra propia luz interior para iluminar el mundo entero con amor y felicidad.
FIN.