La luz de Christine



En un pequeño pueblo de Argentina vivía Christine, una niña curiosa y llena de energía. A pesar de su alegría, Christine siempre se sentía un poco perdida en el mundo.

Le costaba encontrar su camino y saber qué era lo que realmente la hacía feliz. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Christine vio a un niño sentado bajo un árbol. Su nombre era Manuel y tenía una sonrisa resplandeciente en su rostro.

Intrigada por esa luz que emanaba de él, se acercó para saludarlo. "¡Hola! Soy Christine", dijo ella con entusiasmo. "Hola, Christine. Soy Manuel", respondió él amablemente. Desde aquel día, Manuel y Christine se volvieron inseparables.

Juntos exploraban el pueblo, descubrían nuevos lugares y compartían sus sueños más grandes. Un día soleado, mientras jugaban cerca del río, Manuel le dijo a Christine:"Sabes, tengo algo especial que mostrarte".

Intrigada, ella siguió a Manuel hasta llegar a una cueva oculta entre los árboles. Al entrar en la cueva oscura, Christine sintió miedo pero confiaba plenamente en su amigo. De repente, Manuel encendió una pequeña linterna y toda la cueva se iluminó con un brillo cálido y acogedor.

"¡Wow! ¡Es increíble!", exclamó Christine maravillada por la hermosa luz que emitía la linterna. Manuel sonrió y le explicó:"Esta linterna es como tú. Eres mi luz porque me haces sentir seguro y feliz". Christine no podía creerlo.

Nunca antes había pensado que ella pudiera ser la luz de alguien. A partir de ese momento, Christine comenzó a mirarse a sí misma con nuevos ojos.

Se dio cuenta de que su alegría y amistad eran importantes para Manuel, pero también para muchas otras personas en su vida. Decidió aprovechar esa oportunidad para ayudar a los demás y hacer del mundo un lugar mejor. Comenzó a visitar el hogar de ancianos del pueblo, donde compartía historias y sonrisas con los abuelitos.

También se ofreció como voluntaria en la biblioteca local, ayudando a los niños a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Con cada acto de bondad y amabilidad, Christine sentía cómo su luz interior crecía más fuerte.

Se dio cuenta de que todos tenemos una luz especial dentro de nosotros y que podemos utilizarla para guiar el camino no solo de nosotros mismos, sino también el camino de aquellos que nos rodean.

El tiempo pasó y Christine siguió iluminando vidas con su amor y amistad. A medida que creció, nunca olvidó lo importante que era ser esa luz en la vida de los demás. Y así fue como Manuel le mostró a Christine su verdadero potencial.

Juntos demostraron al pueblo entero cómo cada uno puede brillar con fuerza propia y guiar el camino hacia un futuro lleno de amor y esperanza.

Desde entonces, Christine supo que nunca estaría perdida nuevamente porque tenía una luz radiante dentro de ella misma: una luz capaz de iluminar cualquier oscuridad en su camino.

FIN.

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