La luz de Esteban



Esteban vivía en un pequeño pueblo donde la lluvia parecía no querer cesar. Cada día, el cielo se mantenía gris y las gotas de agua caían sin descanso sobre los techos de las casas y las calles empedradas.

Esteban miraba por la ventana con tristeza, deseando ver el sol brillar y sentir su calor en su rostro. Un día, mientras contemplaba la lluvia desde su habitación, decidió que tenía que hacer algo al respecto.

Tomó su paraguas azul y salió a recorrer el pueblo en busca de respuestas. Caminó bajo la lluvia hasta llegar al bosque cercano, donde se encontró con una anciana sabia que vivía en una pequeña cabaña.

"Buenos días, estimada señora", saludó Esteban con cortesía. La anciana sonrió y lo invitó a entrar a su humilde morada. Esteban le contó sobre su deseo de ver salir el sol y cómo la constante lluvia afectaba a todos en el pueblo.

La anciana asintió con comprensión y le dijo: "Esteban, para que el sol vuelva a brillar en nuestro pueblo, debes buscar dentro de ti mismo la luz necesaria para iluminar incluso los días más oscuros".

Estas palabras resonaron en lo más profundo del corazón de Esteban. Decidió seguir el consejo de la anciana y emprendió un viaje interior lleno de autoexploración y valentía.

A medida que avanzaba en su camino personal, descubrió talentos ocultos dentro de él: era un excelente pintor y podía crear hermosas obras de arte llenas de color y vida. Con cada pincelada, Esteban sentía cómo su corazón se alegraba y cómo sus creaciones irradiaban luz propia.

Poco a poco, sus pinturas comenzaron a cobrar vida e influir positivamente en quienes las veían. Un día, mientras exponía sus obras en la plaza del pueblo, ocurrió un milagro: las nubes grises comenzaron a disiparse lentamente hasta revelar un resplandeciente sol dorado.

Los rayos cálidos acariciaron los rostros sorprendidos de los habitantes del pueblo, quienes admiraban maravillados las flores amarillas que brotaban repentinamente en todas partes. "¡Esteban! ¡Has traído luz a nuestro pueblo!", exclamaron emocionados.

El niño sonrió con humildad y supo entonces que había encontrado la verdadera fuente de luz dentro de sí mismo: su pasión por el arte y la creatividad. Desde ese día en adelante, Esteban siguió pintando con amor y dedicación, inspirando a otros a encontrar sus propias fuentes internas de luz.

El sol brillaba radiante sobre el pueblo gracias al coraje e ingenio del niño con cabello negro y ojos marrones llamado Esteban.

FIN.

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