La Luz de Jaral del Progreso
En el pequeño pueblo de Jaral del Progreso, la vida transcurría tranquila, pero una nube de inseguridad comenzó a aparecer en el horizonte. Las calles, antes llenas de risas y juegos, se tornaban silenciosas y temerosas. Los habitantes, aunque valientes, sentían que había algo que debían cambiar.
Un buen día, en medio de la plaza del pueblo, apareció un personaje peculiar: ¡Era Ali, el Chiquitín del Aire! Era un niño de no más de diez años, pero poseía el poder de manipular el viento. Con solo un roce de sus manitas, podía hacer que las hojas volaran en danzas alegóricas y que el viento soplara en dirección opuesta a los problemas. Todos en Jaral del Progreso se agruparon a su alrededor, atónitos.
"¿Quién sos y qué podés hacer?"- preguntó Sofía, una niña curiosa de su clase.
"¡Soy Ali! Y puedo traer aire fresco y esperanza a este pueblo, pero para eso necesito su ayuda. ¡Vamos a devolverle la alegría a Jaral del Progreso!"- dijo Ali con una gran sonrisa.
La primera en unirse fue Sofía, seguida de sus amigos: Juan el pescador, Lila la artista, Lucas el sabio, y la abuelita Margarita, cuya sabiduría siempre iluminaba los días grises. Reunidos alrededor de Ali, acordaron que juntos enfrentarían lo que estaba oscureciendo su hogar.
Ali exclamó: "Para combatir la inseguridad, debemos primero crear confianza entre nosotros. ¡Vamos a hacer un festival!"- La idea era genial. A través de la música, la pintura y la alegría, querían atraer a todos los habitantes del pueblo.
"¡Sí! Podemos hacer un mural en la plaza!"- propuso Lila emocionada.
"Y yo puedo pescar unos ricos platos para que todos coman y bailen!"- agregó Juan, ya imaginándose cocinando.
En los días siguientes, el pueblo se llenó de risas y colores. Ali, con su viento mágico, podía llevar a todos los niños a jugar y divertirse, mientras Sofía, Lila, Lucas y Juan organizaban actividades. La bailarina del pueblo trajo música, y las sonrisas comenzaron a florecer en cada rincón de Jaral.
Pero, al acercarse la fecha del festival, un grupo de forasteros llegó a Jaral del Progreso. Veían lo que se estaba preparando y comenzaron a asustar a la gente, robando sus coses y propagando el temor.
"¡Debemos alejarlos!"- gritó Sofía, pero Ali, en lugar de asustarse, sonrió.
"Con mis poderes, puedo crear un torbellino que aleje ese mal. Pero necesitamos unir nuestras fuerzas"- dijo Ali.
Entonces, se organizaron, cada uno aportando sus habilidades. Sofía y Lila pintaron en grandes carteles todo lo que amaban de Jaral, mientras Juan hacía un gran banquete. Lucas, el sabio, contaba historias que llenaban de valor a todos. La abuelita Margarita, siempre con su sabiduría, decía:
" Si no dejamos que nos roben la alegría, ellos perderán".
El día del festival llegó y, al verlo lleno de gente, los forasteros se acercaron, pero ya no había miedo ni inseguridad.
Ali levantó sus manitas, provocando un viento que hizo volar las hojas hacia los forasteros, rodeándolos. Sofía se acercó con un cartel que decía: "Aquí en Jaral del Progreso, la alegría es más fuerte que el miedo y ustedes no son bienvenidos"-.
Los forasteros se sorprendieron.
"¿Y si nos quedamos a disfrutar también?"- preguntó uno de ellos, buscando rehuir la presión. Pero todos en el pueblo respondían con alegría y música, y, al ver esto, los forasteros se sintieron fuera de lugar, y decidieron marcharse.
Con esa victoria, Ali y los niños comprendieron que la unión hace la fuerza. El festival fue un éxito y, desde ese día, la inseguridad comenzó a desaparecer. Jaral del Progreso recuperó su color, su música y su risa, y siguió brillando, guiado por el aire fresco y la esperanza que Ali había traído al pueblo.
FIN.