La luz de la amistad



Lucía era una niña de ojos brillantes y cabello oscuro, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y un lago cristalino.

A pesar de su corta edad, trabajaba largas horas en la fábrica textil del lugar para ayudar a su familia que estaba pasando por tiempos difíciles. Cada tarde, al salir de la fábrica, Lucía se escapaba hacia el lago donde crecían ciruelas silvestres.

Allí encontraba un refugio de paz y libertad, lejos del ruido de las máquinas y las miradas severas de los supervisores. Le encantaba observar cómo el sol se escondía detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados.

Un día, mientras recogía ciruelas maduras, escuchó una risita traviesa que provenía del otro lado del lago. Curiosa, se acercó sigilosamente y descubrió a Mateo, un niño pescador con peculiares pecas en la nariz. "¡Hola! ¿Qué haces aquí tan tarde?" -preguntó Mateo con una sonrisa juguetona.

"Hola, estoy cosechando ciruelas. Es mi momento favorito del día", respondió Lucía tímidamente. "¿Quieres probar mi pesca del día? Seguro te va a encantar", ofreció Mateo extendiendo una cesta llena de pescados frescos.

Lucía aceptó la invitación y juntos compartieron una cena improvisada frente al lago. Hablaron sobre sus sueños más profundos: Lucía anhelaba estudiar para ser maestra algún día; Mateo soñaba con convertirse en un famoso pintor.

Los días pasaron y la amistad entre Lucía y Mateo creció como las ramas frondosas de los árboles junto al lago. Se prometieron apoyarse mutuamente para alcanzar sus metas más allá de las circunstancias adversas que enfrentaban.

Una mañana soleada, cuando regresaban a casa después de una jornada agotadora en la fábrica textil, vieron a lo lejos humo negro saliendo del tejado familiar. Corrieron desesperados hasta llegar a su hogar envuelto en llamas. El corazón les latía con fuerza mientras buscaban a su familia entre los vecinos consternados.

Por fortuna, todos estaban a salvo gracias a la rápida intervención de los bomberos locales. Sin embargo, la casa quedó devastada por el incendio dejándolos sin un techo donde cobijarse esa noche.

Lucía sintió cómo sus sueños se desvanecían ante sus ojos cansados pero decididos. Fue entonces cuando recordó las palabras sabias de su abuela: "En los momentos difíciles es cuando más brilla tu verdadera luz interior".

Con lágrimas en los ojos pero con determinación en el corazón, Lucía tomó la mano temblorosa de Mateo y juntos caminaron hacia el lago donde habían compartido tantos momentos especiales.

Bajo el resplandor plateado de la Luna llena hicieron una promesa solemne:"Prometamos nunca rendirnos ante las adversidades; trabajar duro por nuestros sueños y ayudarnos mutuamente como hermanos".

Al amanecer siguiente, mientras recolectaban ciruelas maduras bajo el dulce canto de los pájaros matutinos; Lucía encontró algo brillante entre las ramas: era una antigua moneda dorada con inscripciones desconocidas para ella pero que irradiaba esperanza y posibilidades infinitas. Ese hallazgo marcó un nuevo comienzo para Lucía y Mateo.

Con valentía e ingenio lograron reconstruir no solo su hogar sino también sus vidas llenándolas de coloridos proyectos educativos e inspiradores para toda la comunidad. Y así fue como aquella niña explotada laboralmente encontró en medio del dolor una semilla mágica que germinaría en un futuro próspero e iluminado por amor sincero y amistad inquebrantable.

FIN.

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