La luz de la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo escondido entre las montañas, un monstruo llamado Rufus. Rufus era un monstruo diferente a los demás, ya que tenía miedo a la oscuridad.

Mientras que sus amigos monstruos salían por las noches a jugar y divertirse, él se quedaba escondido en su cueva temblando de miedo. Un día, cansado de sentirse solo y asustado, Rufus decidió enfrentar su miedo.

Se armó de valor y salió de su cueva apenas comenzó a anochecer. El cielo se oscureció rápidamente y las estrellas empezaron a brillar en lo alto. Rufus respiraba agitadamente mientras avanzaba lentamente por el bosque. De repente, escuchó un ruido extraño detrás de unos arbustos.

Su corazón empezó a palpitar con fuerza y sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo animal. "¿Hola? ¿Hay alguien ahí?" -preguntó Rufus con voz temblorosa. De entre los arbustos salió una pequeña luciérnaga llamada Lila.

Ella notó el miedo en los ojos de Rufus y se acercó con ternura. "Hola, soy Lila. Veo que tienes miedo a la oscuridad, ¿verdad?" -dijo la luciérnaga con una sonrisa brillante.

Rufus asintió tímidamente y confesó: "Sí, le tengo mucho miedo a la oscuridad. Me siento solo y vulnerable cuando cae la noche". Lila posó delicadamente una de sus patitas sobre la pata del monstruo y dijo: "No tienes por qué tener miedo, amigo Rufus.

La oscuridad puede ser intimidante al principio, pero esconde bellezas que solo pueden apreciarse cuando uno aprende a mirar más allá".

Intrigado por las palabras de Lila, Rufus decidió seguirla mientras ella lo guiaba por el bosque iluminando el camino con su brillo especial. Descubrió cómo las sombras jugaban entre los árboles creando figuras divertidas en el suelo, cómo el viento susurraba melodías nocturnas llenas de magia y cómo las estrellas titilaban como faroles celestiales.

Poco a poco, el miedo de Rufus fue desapareciendo para dar paso al asombro y la maravilla ante lo desconocido. Finalmente comprendió que la oscuridad no era algo malo o peligroso; simplemente era parte natural del ciclo del día y la noche.

A partir de esa noche, Rufus ya no le tuvo tanto miedo a la oscuridad. Aprendió a apreciarla e incluso disfrutarla gracias a la valiosa amistad con Lila, quien se convirtió en su compañera inseparable durante las noches estrelladas.

Y así, juntos exploraron cada rincón del bosque bajo el manto oscuro pero hermoso de la noche, demostrando que incluso los monstruos más temerosos pueden encontrar luz en medio de las sombras si abren sus corazones al cambio y la amistad verdadera.

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