La luz de la amistad
En un pequeño y tranquilo pueblo llamado Luminalia, todos los niños tenían miedo de la oscuridad. Esta oscuridad que cubría el pueblo por la noche parecía esconder misterios y criaturas aterradoras. Pero había un niño llamado Tomás que no compartía ese miedo. Tomás adoraba las estrellas y pasaba horas observándolas desde su ventana.
Una noche, mientras estaba en su habitación, vio un destello de luz en el bosque cercano. No era una luz común, así que decidió investigar. Con un poco de temor pero lleno de curiosidad, tomó su linterna y salió al patio.
"¡Tomás! ¿A dónde vas?" - llamó su hermana Sofía desde la ventana.
"¡Voy a ver qué hay en el bosque! ¡Creo que hay algo genial!" - respondió Tomás con entusiasmo.
Sofía se asomó un poco preocupada. Siempre le había enseñado a su hermano que la oscuridad podía ser peligrosa. Pero Tomás quería demostrarle que las cosas no siempre eran como parecían.
Al llegar al bosque, la oscuridad era abrumadora, pero Tomás encendió su linterna y comenzó a caminar. De repente, oyó un suave susurro entre los árboles.
"¿Quién anda ahí?" - preguntó Tomás, con un poco de valentía en su voz.
De entre las sombras emergió una pequeña luciérnaga, que brillaba intensamente y danzaba alrededor de él.
"¡Hola! Soy Lila, la luciérnaga viajera. Estoy buscando un lugar donde pasar la noche, pero me da miedo la oscuridad. ¿Puedo ir contigo?" - dijo la luciérnaga, temblando un poco.
Tomás se sintió aliviado y contento de no estar solo.
"¡Claro que sí, Lila! Te protegeré. La oscuridad no es tan aterradora si estamos juntos."
Mientras caminaban, Lila le fue contando historias sobre lo que había visto en su viaje. Habló de un lago brillante, árboles que susurraban secretos y estrellas que bailaban en el cielo. Tomás la escuchaba fascinado y se dio cuenta de que la oscuridad también tenía belleza.
De repente, un ruido sordo sonó detrás de ellos. Ambos se dieron la vuelta y vieron unas sombras grandes. Tomás sintió un escalofrío, pero se armó de valor y avanzó hacia las sombras.
"¡Quién está ahí? ¡No tienen por qué asustarnos!" - clamó Tomás, que sintió que su voz resonaba más fuerte gracias a su valentía.
Las sombras se acercaron un poco más y, para su sorpresa, eran un grupo de animales del bosque: un búho sabio, un zorro curioso y un ciervo ágil.
"No venimos a asustar, solo estábamos buscando un refugio de la lluvia. Nos perdimos en la oscuridad y necesitamos ayuda" - dijo el búho.
Tomás respiró hondo y se acordó de lo que había aprendido sobre la amabilidad.
"No se preocupen. Estamos aquí para ayudarlos. Lila y yo conocemos este bosque... ¿por qué no vienen con nosotros?" - ofreció.
Así, los nuevos amigos recorrieron el bosque. Lila iluminó el camino con su luz brillante mientras Tomás guiaba a los animales con confianza. Juntos, se enfrentaron a sus miedos y descubrieron que la oscuridad no era un lugar de terror, sino un mundo que albergaba maravillas y amigos inesperados.
Finalmente, llegaron a un claro donde se refugiaron de la lluvia. El cielo empezó a despejarse, y empezaron a ver las estrellas.
"¡Miren!" - exclamó Tomás, señalando hacia el cielo. "Las estrellas brillan más que nunca en la oscuridad."
"Es verdad, Tomás. A veces, en la oscuridad es cuando las cosas más hermosas aparecen" - dijo Lila, sonriendo.
Esa noche, aprendieron que juntos podían enfrentar cualquier temor, y aunque la oscuridad podía ser asustadora, también era un lugar lleno de amigos y sorpresas.
Con el tiempo, todos los niños de Luminalia también aprendieron a apreciar la oscuridad como un lugar de posibilidades. Siguieron la iniciativa de Tomás y Lila, organizando noches de exploración bajo las estrellas, donde todos podían ver que la luz siempre encontraría su camino, incluso en los momentos más oscuros.
Así, Luminalia ya no fue un pueblo asustado por la noche, sino un lugar lleno de luz, amor y aventuras, gracias a un niño valiente, su amiga luciérnaga y el poder de la amistad.
FIN.