La luz de la igualdad



En un pequeño pueblo llamado Villa Arcoíris, vivía Sofía, una chica llena de sueños y valentía. Desde muy joven, observaba cómo algunos niños no podían jugar en el parque porque siempre había alguien que decía: "No, vos no podés jugar porque sos diferente". Esto le rompía el corazón y la llenaba de desasosiego. Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con un grupo de chicos que riéndose, excluían a un nuevo compañero, Martín, que quería unirse a ellos.

"¿Por qué no pueden jugar con él?" -preguntó Sofía, acercándose al grupo.

Los niños se encogieron de hombros, "Porque es diferente, no tiene las mismas cosas que nosotros".

Sofía no podía entender cómo algunas diferencias podían causar tanto dolor.

"¡Pero eso no importa! Todos merecen jugar y ser amigos." -dijo con firmeza.

Los niños la miraron confundidos, pero no le hicieron caso. Esa noche, no pudo dormir pensando en cómo cambiar aquellas actitudes. Entonces tuvo una idea brillante: fundar una organización en su escuela llamada "La luz de la igualdad" que uniera a todos los niños sin importar sus diferencias.

Al día siguiente, Sofía habló con sus amigos sobre su idea.

"Chicos, quiero que todos en el colegio se sientan incluidos. Necesitamos hacer algo juntos para que nadie más se sienta excluido. ¿Qué les parece si creamos 'La luz de la igualdad'?" -propuso Sofía.

Sus amigos, entusiasmados, respondieron:

"¡Sí, vamos a hacerlo!" -gritaron al unísono.

Así que comenzaron a planear actividades en el colegio. Elaboraron carteles coloridos que decían: “¡La diversidad nos une! ” y los colocaron por todo el lugar. Además, organizaron talleres donde podían hablar y aprender sobre las diferentes culturas, gustos y talentos de cada uno.

Sin embargo, al principio, algunos de los niños más grandes, que a menudo hacían bullying a los más pequeños, se burlaron de ellos.

"¿Vienen a hablar de igualdad? ¿No ven que esto es un juego?" -se rieron, burlones.

Pero Sofía y sus amigos no se desanimaron. Decidieron invitar a esos chicos a las actividades para que pudieran conocer a todos. Con paciencia y creatividad, les pidieron que ayudaran a organizar un gran evento donde cada niño pudiera mostrar lo que sabía hacer: cantar, bailar, contar chistes o pintar.

Finalmente, llegó el día del evento. Sofía estaba nerviosa mientras el patio de la escuela se llenaba de niños, cada uno con un talento diferente. Martín, a quien habían excluido, subió al escenario y comenzó a bailar con una sonrisa contagiosa. Todos comenzaron a aplaudir, incluidos los chicos que se burlaban previamente.

"¡Vengan a bailar con él!" -gritó Sofía, animando a todos a unirse.

Y, para su sorpresa, los que antes habían actuado con desprecio se sumaron, riendo y disfrutando del momento juntos. Sofía se dio cuenta de que al hacerlos participar, estaban aprendiendo a ver a los demás como sus amigos en lugar de rivales.

Después de ese día, "La luz de la igualdad" se convirtió en el club más popular de la escuela. Todos los días, niños de diferentes grupos jugaban e intercambiaban historias, descubriendo que cada uno era especial a su manera y que las diferencias eran, en realidad, una razón para celebrar.

Y así, después de cada actividad, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Sofía veía cómo se encendía una luz brillante en cada uno de sus amigos y compañeros, iluminando el camino hacia una sinceridad y diversidad que todos aprendieron a apreciar. La luz de la igualdad había encontrado su hogar en el corazón del pueblo.

"Gracias, Sofía, por enseñarnos que la igualdad y la amistad iluminan nuestras vidas" -dijo Martín emocionalmente.

Desde entonces, Sofía sabía que un pequeño acto de valentía podía encender una luz que traía alegría e inclusión a todos. Así, en Villa Arcoíris, nunca dejaron de celebrar la diversidad, y la luz de la igualdad siguió brillando con fuerza, recordándoles que todos merecen un lugar en el parque.

FIN.

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