La luz de Samael
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Esperanza, un niño muy especial llamado Samael. Desde que nació, todos notaron algo diferente en él: sus ojos brillaban como luceros en el cielo nocturno.
Samael vivía con su abuela Rosa, quien lo cuidaba y lo amaba incondicionalmente. Aunque no tenía padres, la abuela Rosa siempre le recordaba a Samael lo valioso que era y le enseñaba a ver la belleza en todo.
Un día soleado, mientras Samael caminaba por el parque del pueblo, se encontró con un grupo de niños jugando cerca de un árbol. Decidió acercarse y saludarlos con una sonrisa cálida. "Hola chicos, ¿puedo jugar con ustedes?"- preguntó Samael tímidamente.
Los niños miraron los ojos brillantes de Samael y comenzaron a reírse de él. Se burlaban de su aspecto único y decían cosas hirientes. "¡Miren! ¡Es el niño estrella!"- exclamó uno de ellos entre risas burlonas.
Samael sintió cómo su corazón se encogía ante las palabras crueles. Sin embargo, decidió no dejar que eso lo afectara demasiado y continuó sonriendo. A medida que pasaban los días, las burlas hacia Samael aumentaban cada vez más.
Pero él nunca dejó que esas palabras negativas apagaran su brillo interior. En lugar de eso, utilizaba esa energía para hacer cosas buenas por los demás sin esperar nada a cambio.
Una tarde después del colegio, mientras caminaba por el parque, Samael vio a un grupo de personas mayores intentando plantar flores en el jardín del pueblo. Se acercó y les ofreció su ayuda con una sonrisa amable. "Hola, ¿puedo ayudarlos?"- preguntó Samael.
Los adultos se sorprendieron al ver a un niño tan joven y dispuesto a ayudar. Aceptaron su ayuda y juntos plantaron las flores más hermosas que el pueblo había visto jamás. La noticia sobre la bondad de Samael rápidamente se extendió por todo el lugar.
La gente comenzó a darse cuenta de lo especial que era este niño con mirada de luz de estrella, y todos querían ser parte de su mundo lleno de amor y generosidad.
Un día, mientras caminaba por la calle principal del pueblo, Samael escuchó llantos provenientes de una tienda. Se acercó y vio a un perrito abandonado en una caja, temblando de frío y miedo. Samael sabía que tenía que hacer algo para ayudarlo.
Decidió adoptarlo y lo llamó Estrellita, ya que también brillaba como él. Juntos formaron un vínculo inseparable lleno de amor y comprensión mutua. Con el tiempo, los niños que antes se burlaban de Samael comenzaron a sentirse arrepentidos por sus acciones crueles.
Un día decidieron disculparse con él frente a toda la escuela durante una asamblea especial. "Samael, estamos realmente arrepentidos por haberte tratado mal"- dijo uno de ellos con lágrimas en los ojos-. "Nos dimos cuenta de que eres una persona especial y valiosa.
Queremos ser tus amigos". Samael, con su corazón lleno de compasión, aceptó las disculpas y les ofreció su amistad sin resentimientos.
A partir de ese día, Samael se convirtió en un líder positivo dentro del colegio y ayudó a crear un ambiente de respeto y amabilidad. Los niños aprendieron la importancia de tratar a los demás con bondad y comprensión, sin juzgar por apariencias externas.
La historia de Samael el niño con mirada de luz de estrella se convirtió en un ejemplo inspirador para todos los habitantes del pueblo Esperanza. Aprendieron que no importa cómo nos veamos por fuera, sino cómo brilla nuestro corazón hacia los demás.
Y así, gracias a la fuerza interior y la bondad inquebrantable de Samael, el pueblo cambió para siempre; recordando que cada uno tiene algo especial que ofrecer al mundo si tan solo dejamos brillar nuestra propia luz interior.
FIN.